Un exitoso presentador de televisión se despierta un día y
ha perdido su identidad: nadie le recuerda, su nombre no consta en los
archivos, no existen registros sobre él. Y, en un lugar regido por exhaustivos
y continuos controles policiales, es como si, en realidad, ni siquiera hubiera
nacido o no fuera de este mundo. Jason Taverner, así se llama el protagonista,
sabe que, sin identificación, puede acabar en un campo de trabajo.
A mi entender, Philip K. Dick se anticipó al momento que
estamos viviendo, en los que, por ejemplo, un inmigrante sin papeles va derecho
a comisaría. Dick plantea, como es habitual en él, un sinfín de interrogantes
relacionados con la realidad, el tiempo, la memoria y la identidad. Una de las
preguntas que se desprenden de esta novela es: si nadie te recuerda, ¿existes
en la realidad?, ¿o has caído en una especie de mundo paralelo? Por supuesto,
las drogas juegan un papel primordial en este libro. Pero no voy a desvelar
más. Aunque hasta ahora lo mejor que he leído de Dick es Una mirada a la oscuridad (recomendada hace tiempo en este blog, e
inspirada en los años en que convivió con yonquis y camellos), Fluyan mis lágrimas, dijo el policía
constituye una de las cimas narrativas del autor, una de sus obras más
reconocidas. Aquí van unos fragmentos:
No existo, se dijo a
sí mismo. No existe ningún Jason Taverner. Nunca existió y nunca existirá. Al
diablo con mi carrera; sólo quiero vivir. Si alguien o algo desea borrar mi
carrera, de acuerdo; puede hacerlo. Pero ¿no me será permitido existir? ¿Ni
siquiera he nacido?
**
[…] El amor es…
–hizo una pausa reflexiva– como un padre salvando a sus hijos de una casa en
llamas, sacándolos, y entonces muriendo él. Cuando uno ama deja de vivir para
sí mismo; vive para otra persona.
**
-El miedo –dijo
Jason– puede hacerle mucho más daño que el odio o los celos. Si uno tiene miedo
no acaba de entrar totalmente en la vida; el miedo hace que uno trate siempre,
siempre, de reservarse un poco.
**
¿Por qué llora un
hombre?, se preguntó. No es lo mismo que cuando llora una mujer. No es por lo
mismo. No es por sentimientos. Un hombre llora por la pérdida de algo, de algo
vivo. Un hombre puede llorar por un animal enfermo que sabe que no va a
sobrevivir. O por la muerte de un niño. Un hombre puede llorar por eso. Pero no
porque las cosas sean tristes.
[Traducción de Domingo Santos]