miércoles, enero 11, 2012

Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, de Charles Bukowski


Otra de mis lecturas pendientes: esta miscelánea de textos, con el subtítulo de Relatos y ensayos inéditos (1944 – 1990), que he aprovechado a leer un poco antes de la publicación de otro volumen de rarezas que en breve editará Anagrama: Ausencia del héroe. Se trata de un libro sabroso, sobre todo para quienes somos lectores habituales de Bukowski, ya que aquí se encuentran algunas de sus influencias (John Fante en el texto “Conozco al maestro”), de sus amigos menos conocidos (William Wantling, autor inexplicablemente inédito en España, tras cuya pista me puso David González), de sus verdaderas relaciones con las drogas (en sus ficciones Chinaski detesta la droga, si no recuerdo mal; en estos artículos y ensayos reconoce los tiros que se ha metido o los porros que ha fumado), incluso podemos leer su primer relato (“Consecuencias de una larga nota de rechazo”, ya publicado por Nórdica) y varias de sus colaboraciones tituladas “Escritos de un viejo indecente”. Aunque en algunos textos se repite, por ejemplo en los que vuelve una y otra vez a contar sus orígenes y lo cabrón que era su padre, me atrevería a decir que este libro es lectura obligada para el bukowskiano. Es un autor al que ahora se critica mucho; pero yo siempre encuentro satisfacción en su obra. Siempre me golpea y me aporta algo. La traducción es magnífica, como es habitual en el trabajo de Eduardo Iriarte.

Nosotros, que escribimos la poesía de la Vida, muchos de nosotros estamos muy cansados, tristes y hartos y casi derrotados (aunque no del todo). Sin embargo, aún sabemos que no nos hace falta que Dios sea Divino, que no necesitamos versos de jardín para ser Salvados, que no necesitamos la Guerra para ser Libres, que no necesitamos ningún Creelys que admirar, que no necesitamos Ginsbergs que se desmoronan para convertirse en monstruos vociferantes, pero quizás sí necesitamos lagrimillas por todas las chicas encantadoras que envejecieron, la cerveza derramada, las peleas en el patio delantero por nada salvo la ebriedad de nuestro triste amor. Defiendo en verdad nuestra poesía, nosotros los vivos de la Generación Amontonada, en verdad defiendo nuestra poesía y nuestro derecho a escribirla. Sin traje. Sin una revista objeto de una redada policial por “obscena”. Sin perder un empleo pusilánime. Haced el favor de entender que no defiendo que nada de lo que escribo sea inmortal; no reclamo un preciosismo especial; sin embargo, todo es bastante precioso: cuando me pongo los zapatos sólo veo 2 pies ahí abajo.


[Traducción de Eduardo Iriarte]