miércoles, enero 25, 2012

Biblioteca Nacional, de Mario Crespo


A veces me da la sensación de vivir en otra dimensión –añade Pablo–, en una realidad paralela que es como una repetición de una vida anterior; todo lo que me ocurre lo he vivido ya, o lo ha vivido otro yo, es como si fuese un constante déjà vu.

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En realidad, todo empezó cuando unos amigos le pidieron que colaborara con sus textos en una publicación local sobre cultura underground y nuevas formas comunicativas. El fanzine se distribuía por toda la ciudad de Zamora y los lectores habituales le hicieron saber que esperaban un artículo semanal con ansia. Eso le dio alas para seguir escribiendo y para profundizar en el mundo de la literatura. Cuando llegó a Madrid aumentó y mejoró sus lecturas y entró en contacto con algunos escritores marginales. Internet hizo el resto.

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El lugar se llama Bukowski Club. Es un pequeño bar sito en el madrileño barrio de Malasaña. Un local estrecho con la barra a un lado y el escenario al fondo. El público abarrota la oscura sala, pedir una cerveza resulta una tarea difícil. En el Bukowski se respira literatura en estado puro, literatura virgen, llena de entusiasmo y carente de modas y etiquetas. Los habituales del lugar son poetas y narradores del underground madrileño. Tras la barra se encuentra el escritor Carlos Salem. Pablo pensaba, antes de visitar el Bukowski por primera vez, que los escritores de cierto éxito, como Salem, no tenían necesidad de trabajar. “De la literatura viven cuatro”, le dijo Salem a Pablo cuando le preguntó qué hacía él sirviendo copas. Pablo intenta alcanzar las tablas del escenario para saludar a David González. Pero está rodeado de gente que le besa, le abraza y le adula. El recital sirve para presentar el último libro de González, una reedición de una de sus primeras obras, El demonio te coma las orejas