Sur, viento sur, enrólame en tu viaje
y ráptame en tus brazos de horizontes.
Gerardo Diego
Esta noche
sopla con furia el viento, sus razones tendrá
para azotar rabioso los postigos
de todas las ventanas de la casa,
y dice:
“Aquí estoy yo,
no quiero que lo olvides”.
La gente se apresura,
se preparan
las doce campanadas
como mandan los cánones,
aunque tal vez se palpe
un pelín de desgana
que crece año tras año.
Quieres llorar.
No puedes.
Has entrado en tu cuarto
fugitivo
de las risas que no vienen a cuento,
has posado tus dedos
en el teclado, a oscuras,
solo, has encendido la pantalla,
te has puesto frente a frente con tus versos,
la maraña de versos que te atrapa
sin escape posible.
Quieres llorar.
No puedes.
Se te ha pasado el día
hilando sinsentidos
y ahora escribes,
aislado del bullicio que te viola,
lo sólo, lo indeleble, lo que quieres decir
precisamente ahora, poco antes
de que suenen las doce campanadas:
Abuela, padre, hermano,
cuánto os quise.
Quiero estar con vosotros.
Enciendo el flexo y lloro.
José Luis Zúñiga, ya veo la bala en mi cabeza