martes, mayo 10, 2011

La edad de hierro, de J. M. Coetzee



He leído esta novela de una sentada. Coetzee la escribió en los 80 y aquí nos reencontramos con sus temas habituales: el miedo a la muerte, la brutalidad del apartheid, la compasión entre quienes apenas se conocen, la presencia de los animales, las diferencias entre negros y blancos en Sudáfrica… Quien lo cuenta es una mujer: el libro es una larga carta a su hija, que vive en Estados Unidos, en la que su madre le revela que ha conocido a un vagabundo justo el día en que a ella le diagnosticaron un cáncer. La voz narrativa del autor, poderosa y a veces fría, desliza entre las anécdotas ciertas perlas, frases para apuntar, como siempre en sus obras.

Niños de hierro, he pensado. Florence también es un poco de hierro. Es la edad de hierro. Después de la cual viene la edad de bronce. ¿Cuánto falta para que les llegue el turno de regresar a las edades más amables, la edad de arcilla y la edad de tierra? Una matrona espartana, con el corazón de hierro, criando hijos guerreros para el país. “Estamos orgullosos de ellos”. Estamos. Vuelve a casa con tu escudo o vuelve encima de tu escudo.


[Traducción de Javier Calvo]