Ya sé, porque lo dijo Benjamin –siempre presente, siempre–, que con los recuerdos no se escribe una biografía. Esta escritura no se cose a los recuerdos sino al relato, desnudo en toda su fragmentaria dramaturgia, de una muerte. La de mi madre. Y con ellas, con la muerte y con mi madre, se ha abierto en lo que se cuenta una brecha –muchas, quizá– hacia el conocimiento de lo que sucedió en un tiempo ya lejano. Una vida –aseguraba Rimbaud– siempre son otras vidas.
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