lunes, marzo 07, 2011

Chump Change, de Dan Fante


Creemos que morir es duro,
pero morir es lo de menos.
Lo difícil es seguir viviendo
mientras todo muere
a nuestro alrededor.

Esa es la cita que abre Chump Change (expresión de jerga que encierra varios significados; uno de ellos es: “Persona que no consigue un trabajo o que cobra un salario irrisorio”), de Dan Fante, el hijo del legendario escritor John Fante, uno de mis autores predilectos. Dan, pese a que la sombra de su padre es profunda y alargada, se ha abierto camino en la literatura (novelas, poemarios, relatos) y uno comprende el porqué cuando lee esta novela autobiográfica, ambientada en los días de locura en los que su padre agonizaba (y finalmente moría) en un hospital de Los Ángeles.

La novela de Dan Fante os va a desconcertar al principio: el narrador evade sus responsabilidades, apenas aparece por el hospital, le hace putadas a su mujer (a la que odia), acaba de salir de un psiquiátrico y de tener perturbadoras experiencias etílicas y homosexuales. Hilando borrachera tras borrachera, uno piensa que el protagonista es muy punk y un poco frívolo: apenas menciona a su padre. Poco a poco, mientras uno pasa las páginas, se da cuenta de la maniobra: Bruno Dante (el álter ego de Dan) huye porque tiene miedo, miedo a la muerte, a la pérdida, a los sentimientos. Su padre ha sido un hombre algo brutal y severo, del mismo modo que su abuelo lo fuera para Jonathan Dante (el álter ego de John), algo que se reflejaba de manera magistral en Espera a la primavera, Bandini y La hermandad de la uva. Y, poco a poco, Dan/Bruno va soltando algunas perlas sobre su padre, al que en realidad ama sin saberlo. Hacia la mitad del libro ya sospechas que Bruno lleva dentro a un ser humano, pero ignoras cuándo hará su aparición.

Y entonces uno lee el capítulo 17, en el que Bruno entra en una librería de viejo y encuentra un ejemplar de segunda mano de Pregúntale al polvo (una de las novelas míticas de su padre), y sus sentimientos son los mismos que yo experimenté como lector la primera vez que leí ese libro prodigioso e iluminador, y además descubre que es ahí, ahí precisamente, cuando Dan saca al auténtico ser humano y sensible que había enterrado bajo litros y litros de alcohol y sacos y sacos de depravación. Es un capítulo en el que demuestra ser digno hijo de su padre (aunque no tan grande: eso es imposible), y en el que casi se me saltan las lágrimas porque tengo reciente una pérdida y en esas páginas Dan habla sobre la necesidad de aferrarse a algo que hayan dejado nuestros muertos, sobre el valor de lo que se pierde y debemos recuperar. Cuando llega el último capítulo, el narrador ya te ha ganado para su causa, y te estremece, y sabes que el homenaje que le ha hecho a su padre en forma de novela es una declaración de amor filial. Tardía, pero declaración al fin y al cabo.

Os recuerdo que este miércoles Dan Fante estará en Fnac Callao, y que Francesco Spinoglio y yo estaremos junto a él presentando este libro, del que dejo aquí esta muestra:

El librero cogió Pregúntale al polvo y me lo entregó. Con el delgado volumen entre mis manos, me pregunté cuándo lo había leído por última vez. ¿Habían sido cinco o diez años? Hacía tiempo que había perdido mi ejemplar. Me había olvidado incluso de que hubiera existido una edición de bolsillo. La edición de tapas duras había sido un éxito en su momento –había llegado a las tres mil copias– y era el único de sus libros del que mi padre guardaba ejemplares. La versión barata había desaparecido de la faz de la tierra a una velocidad sorprendente.
Tras entregarme el libro, el dependiente se alejó.
-Si lo quiere, le va a costar veintinueve dólares con noventa y cinco. Es el único libro de Dante en edición de bolsillo que nos ha llegado jamás. Es una verdadera curiosidad.
Al sostenerlo en mis manos, noté que era un libro liviano, humilde. Lo abrí y el lomo crujió. Las páginas estaban duras y resecas. Aquello era lo único que quedaba de mi padre.
Empecé a leer. Leí acerca de la muchacha mejicana, de sus sandalias y del escritor sin blanca que intenta impresionarla, ansioso por enamorarse… y de cómo el joven vierte intencionadamente su café sobre la moneda de cinco centavos con la que ha pagado. Página tras página, cada frase resonaba como los cantos de una misa mayor en latín.
La honestidad era tan dolorosa como el recuerdo que guardaba de ella. El corazón descarnado de Dante habitaba en cada palabra. Aquella novela había sido la obra maestra de mi padre, escrita antes de que los sustanciosos cheques de Hollywood lo convirtiesen en un golfista de calidad y un vejestorio amargado.


[Traducción de Claudio Molinari Dassatti]