jueves, febrero 03, 2011

Los que manejan los hilos

Siendo niño, algunos familiares me hablaban de la etapa que estaba terminando, del tiempo en que casi todo estaba prohibido para el ciudadano. Los padres y los abuelos y los tíos nos contaban, con el escalofrío aún en el cuerpo de quien ha vivido tiempos oscuros, historias sociales de prohibición, historias de grises que le vigilaban a uno, historias de multas y denuncias. Por fortuna muchos sólo vivimos la agonía de ese régimen, sólo asistimos a los últimos coletazos. Quienes vivieron la etapa completa todavía la recuerdan con miedo. El miedo es el instrumento con el que los gobiernos convierten a los ciudadanos en seres de un rebaño y mediante el que tratan de manipularnos. Con eso y con las cortinas de humo.
Llevo meses diciendo que estamos regresando al pasado, que volvemos a vivir los tiempos de la censura y la prohibición (muchos lo advierten, lo avisan: y el que avisa no es traidor). Se trata de una regresión en toda regla. La diferencia es que antes las imponían los gobiernos totalitarios (a la fuerza) y hoy nos las imponen los gobiernos democráticos con actitudes totalitarias pero mucho maquillaje, para que no parezca que nos imponen y nos prohíben, sino que tratan de convencernos de las ventajas derivadas de esas censuras, esas prohibiciones y esos comportamientos políticamente correctos. Lo políticamente correcto a mí me parece un cáncer porque corrompe y desgasta la sociedad, y nos obliga a estar cortados por el mismo patrón. Los gobiernos quieren una sociedad igualitaria, da lo mismo si son de derechas o de izquierdas, si son totalitarios o democráticos, porque todos empiezan inoculándonos el miedo y luego nos atan mediante ese miedo y esas prohibiciones.
Es raro el día en que no me encuentro en los periódicos o en los informativos de televisión las palabras “se prohíbe”, “prohibido” o “se censura”, creo que ya lo dije en un artículo anterior. Estamos viviendo un momento en el que, o bien los gobiernos tratan de convencer al ciudadano de los perjuicios para su salud de ciertos hábitos, vicios y alimentos, o bien nos lo prohíben todo. En una noticia de un diario nacional, en el que informaban de que estará prohibido pasear desnudo o en bañador por Barcelona, un lector apostillaba en el espacio reservado a los comentarios: “En tiempos de crisis, lo que se hace es prohibir, prohibir, y prohibir”. Es así. Es verdad. Los miedos y las prohibiciones son cortinas de humo muy eficaces para distraer al ciudadano. Y así siempre parece que son los votantes los malos de la película, mientras los gobernantes simulan que quieren lo mejor para nosotros. Hoy día todo está prohibido o se aconseja prohibirlo en el futuro. Leo las nuevas ordenanzas de limpieza y residuos urbanos de mi ciudad natal, Zamora, y tras leer el repertorio tengo escalofríos. Parece un catálogo de reglas de un régimen dictatorial. Todo está prohibido. Todo es susceptible de recibir una sanción. Nada escapa a los censores y a los vigilantes. Pero, como rezaban las pintadas de `Watchmen´: “¿Quién vigila a los vigilantes?”. Algunas de esas normas son lógicas, son de sentido común. Pero otras no hay por dónde cogerlas. Tenga cuidado cuando camine por la calle o saque la nariz fuera de casa, incluso aunque sólo esté asomado a la ventana: estará prohibido alimentar a los perros, a los gatos y a las palomas, tender la ropa hacia la vía pública, arreglar su vehículo o lavarlo en la calle, poner publicidad en el parabrisas de un coche… Mejor no sigo. Es el miedo. Es la cortina de humo. Y también es otra manera para conseguir recaudar en tiempos de crisis.


El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla