miércoles, febrero 23, 2011

Intervenciones, de Michel Houellebecq


Este libro, cuya lectura ha supuesto para mí una gozada pues me encanta Houellebecq aunque no siempre comparta sus opiniones, reúne entrevistas con el autor, breves ensayos, artículos y hasta experimentos donde se mezclan la poesía y la reflexión. En estas páginas el autor toca variados temas, y en todos ellos es capaz de embrujarte. Es, además, uno de esos libros de los que uno toma notas continuamente. Aquí van unas muestras:

La publicidad instaura un superyó duro y terrorífico, mucho más implacable que cualquier otro imperativo antes inventado, que se pega a la piel del individuo y le repite sin parar: “Tienes que desear. Tienes que ser deseable. Tienes que participar en la competición, en la lucha, en la vida del mundo. Si te detienes, dejas de existir. Si te quedas atrás, estás muerto”. Al negar cualquier noción de eternidad, al definirse a sí misma como proceso de renovación permanente, la publicidad intenta hacer que el sujeto se volatilice, se transforme en fantasma obediente del devenir. Y se supone que esta participación epidérmica, superficial, en la vida del mundo, tiene que ocupar el lugar del deseo de ser.

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La literatura puede con todo, se adapta a todo, escarba en la basura, lame las heridas de la infelicidad. Por eso fue posible que una poesía paradójica, de la angustia y de la opresión, naciera en medio de los hipermercados y de los edificios de oficinas. No es una poesía alegre; no puede serlo.

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Ninguna ambición irreflexiva empaña su limitado y perfecto recorrido; la bacteria no es un personaje de Balzac.

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Nietzsche, Schopenhauer y Spinoza no serían aceptados hoy. Lo políticamente correcto, con la magnitud que ha adquirido, hace inaceptable casi toda la filosofía occidental. Hay cada vez más cosas sobre las que es imposible pensar. Es aterrador.


[Traducción de Encarna Castejón]