2010, aunque ha sido un año cargado de proyectos literarios (la mayoría de los cuales se harán realidad en las librerías a lo largo de 2011), para mí empezó mal: a las situaciones de paro y enfermedad familiar, se sumó la muerte de la madre de uno de mis más viejos amigos, en torno al Día de Reyes; un mes después fallecía la abuela de mi novia (recuerdo largas horas tratando de repartirme entre el tanatorio y la casa familiar, lastrada por el cáncer); otros amigos, lectores y conocidos han perdido en este año a sus seres queridos (recuerdo ahora al poeta Víktor Gómez, que también perdió a su madre): algunos a sus abuelas, otros a sus tíos, otros a su padre… La lista es larga y muy dañina. La literatura perdió a varios autores (entre ellos, José Saramago), y además se llevó a dos de mis escritores de referencia: J. D. Salinger y Miguel Delibes. El cine perdió a tipos que me hicieron reír (Blake Edwards, Leslie Nielsen, Antonio Ozores, Mario Monicelli, Luis García Berlanga, Manuel Alexandre…) o que me conmovieron y emocionaron (Irvin Kershner, Claude Chabrol, Jean Simmons, Tony Curtis, Eric Rohmer, Dennis Hopper, Arthur Penn…), e incluso a un actor agotado ya por las drogas que fue ídolo nuestro cuando éramos chavales (Corey Haim). Y terminé el año, como muchos ya sabéis, con la muerte (inesperada, para mí) de mi madre. Un año negro y maldito. Os aseguro que, entre finales de 2010 y 2011, he envejecido mucho. También hubo cosas que me hicieron la vida más tolerable y que me ayudarán a continuar: la concepción de un bebé, las últimas conversaciones con mi madre, los viajes al extranjero, las reuniones familiares, el remate de una novela que saldrá en noviembre de 2011 y la escritura de otra que saldrá en mayo de 2011, el cierre de contrato de un poemario que tal vez salga en enero de 2012 o antes, la gestación de las antologías Viscerales, Beatitud, Nocturnos y Al otro lado del espejo y la publicación de otras antologías (El Tejedor en… Madrid, La manera de recogerse el pelo. Generación Blogger, El libro del voyeur, Vinalia Trippers. Plan 9 del Espacio Exterior, Perversiones, Lo que habita en el cristal), espero no olvidarme alguna; el trabajo diario y continuo junto a Mario Crespo; y, por supuesto, todos esos amigos que me han puesto su corazón en la mano en los momentos más duros (mediante sms, llamadas, mails, mensajes de facebook, dedicatorias en recitales, homenajes en sus blogs o con su sola presencia y su desplazamiento a mi ciudad natal), y que no puedo nombrar porque me pasaría horas escribiendo sus nombres y tengo miedo de olvidar alguno. Literariamente ha sido un año cojonudo y el próximo será mejor. Lo más saludable, sin embargo, es seguir contando con la gente. Las personas. La familia, los amigos, los lectores, los conocidos. Mi chica y mis hermanos. Lo que aún nos queda. A mí, particularmente, me ha llegado el momento de echar raíces. Os deseo que, en 2011, todo se os cumpla, y que os acompañe la salud (creedme: el factor más importante en cada vida). Para cerrar este año os dejo con un poema de Joan Margarit (poeta que me recomendaron, casi a la vez, mis brothers Javier Das y David González):
A LA DERIVA
Quedaba el tren vacío en la Estación de Francia.
También era el final para nosotros.
En una papelera vi las rosas:
alguien que no llegó
y alguien que abandonó sus esperanzas.
–Construyendo salvamos el recuerdo,
me decías pasando junto a ellas.
Y lo que alguien había abandonado
se convertía para mí en un símbolo.
Pensé que todo aquello que dejábamos
–como aquel ramo en la dudosa luz
de la Estación de Francia–
quedaría en quién sabe qué memoria.
–Construimos, decía, para nunca perdernos.
Y lo que hemos perdido
es lo que en los demás puede salvarnos
desde su recordar desconocido.