La última película de Woody Allen es un caramelo amargo disfrazado de comedia. Y no es una comedia romántica, pese a los denodados esfuerzos de sus distribuidores españoles por disfrazarla poniéndole un título que desvirtúa el original: You Will Meet a Tall Dark Stranger es una frase ambigua que pronuncia Josh Brolin y que en el filme tiene doble sentido (ese extranjero puede ser un nuevo amor pero también puede ser la Muerte). Este trabajo le sirve a Allen para hablarnos de la muerte, de la eternidad, del más allá, del miedo a envejecer y a estar solo, del éxito y el fracaso, de la necesidad de forjar lazos familiares… En este cruce de relatos los personajes van haciendo sus elecciones y se equivocan continuamente. Su tragedia es, en el fondo, la nuestra.
El resultado me parece algo más flojo que en su anterior trabajo, pero en absoluto desdeñable: recordemos que Woody Allen no hace películas malas (y ahora atraviesa una etapa de filmes más ásperos, menos complacientes, y que por supuesto no gustan a todo el mundo). De todas las historias de descomposición familiar o sentimental me quedo con la que atañe a ese escritor encarnado por Brolin (en otra de sus grandes interpretaciones), quien espera día tras día el veredicto de un editor sobre su última novela. Este personaje representa a la perfección la incertidumbre y la inseguridad de quienes nos dedicamos a este ingrato oficio. Allen, además, le ha regalado un papel bombón a la británica Lucy Punch: una prostituta cuyo personaje recuerda al de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita; no será raro que gane algún premio.