domingo, junio 13, 2010

Una ceja de asombro, de Ezequías Blanco



Gracias padres por el mundo… Gracias poetas.
Os escribo siempre que siento deseos de volar.
Cuando mi casa se transforma en nube
o en un pájaro de sol o en una alfombra mágica…

Os escribo desde mi desierto entre las dunas
tumbado sobre hierbas delicadas
dichoso como un niño con un rosario al cuello.

Siempre hay que irse para poder volver.

Tuve que irme de aquel país de viñas
con el cielo luminosamente encolerizado.

Para poder volver siempre hay que irse
de aquel país sin demasiados frutos.

Dentro de mí guardo el ímpetu de vuestras resonancias
las flores deslumbrantes de vuestra existencia.
e intento superar las tragedias de la vida
como vosotros con saltos verticales al vacío
con el modo de vida solitario
que nos fuera congénito.

Sólo permanezco visible y hermético
para no asustar a lo invisible.

Si al torrente que de mí se derrama
no le han crecido flores todavía
sí le apuntan prometedores brotes.