miércoles, mayo 26, 2010

So Say We All

Me gusta mucho la ciencia ficción. Escribirla, ya no tanto, porque cuando escribes ciencia ficción te ves obligado a plegarte a toda una deriva estructural asfixiante de núcleos duros de lectores y editoriales que, además, tienen un concepto reduccionista de la literatura que no compartes. Al menos en España. Y esto no es una crítica o un juicio sobre el género ni sobre el fandom. Es una opinión y seguramente una generalización abusiva y no tiene ninguna validez filológica ni pollas. Pero no contribuyen a mejorarla historias como esta que cuenta mi colega Fco. Javier Pérez. He visto a estas alturas a demasiada gente arriesgar y darse la Gran Hostia con la realidad de que muchos de esos lectores activos y estupendos sólo mueven el culo lejos del teclado para ir a la Fnac o a El Corte Inglés o a las cuatro tiendas concentradas en dos calles de Madrid y Barcelona. Te quitan las ganas. Es tan simple como eso. Piensas: si escribo esto, ¿quién va a publicarlo? Y si se publica, ¿quién va a leerlo? Y si lo lee, ¿qué va a decir, si no es colega mío ni me he ido de cañas con él ni hemos hecho cosplay en Asturias ni yo qué sé...? [Por no hablar de que muchos te piden que les regales el libro para reseñartelo, con lo cual, mejor ni nos preguntamos quién va a comprarlo.] Por no hablar de que su concepto de la literatura en general es acartonado y lleno de un complejo de inferioridad cuanto menos chocante, viniendo de gente que sabes que no son precisamente unos ignorantes. Casi estoy por decir que no es que no lean, es que no tienen imaginación, pero no quiero sobrarme. O sí. Bah. Sólo pienso que es la hostia que el regreso de Vinalia Trippers vaya de cosas de género ―y que es una pasada que mí me hayan dejado inaugurar el blog, ya que estamos con la promo― y que esta gente sólo verá la ilustración y pensará «Ugh, esto es lo que nos da mala fama» y que la sátira y la rabia han estado siempre ahí, en el origen, pero a miles de años luz de su radar. De su derecho de pernada. Como debe ser.
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Javier Esteban, de su blog El noble arte de hacer enemigos