Compro El País. Veo parejas de hombres besándose por la calle. Viejas que no miran mal, lo aceptan. Pijos que miran mal a los yonkis. Yonkis que piden tabaco. Que me piden tabaco. Colas para comprar prensa, para mirar discos. Bares abiertos. Tiendas abiertas. Calles repletas de gente. Chicos y chicas que cantan. Carteles de conciertos por todas partes. Toca Obús y Barón Rojo y guitarristas, operistas, violinistas y todos los istas que se te ocurran. Hace sol y la gente ha decidido salir a la calle. Taxistas con música del Fary a todo trapo. Gente que toca en las calles peatonales. Gente que lee libros en los cafés. Chaquetas y sudaderas. Mantas tiradas en el suelo esperando un huésped, quizá esta noche. Policías que sonríen ante guiris siempre perdidos. Actores y políticos que cruzan las avenidas, mezclándose con el pueblo. Todavía me preguntan por qué decidí venir a Madrid.
David Refoyo, de su blog Una ciudad llamada Perdición