Han tenido que pasar casi 31 años para que, por fin, una editorial (y una editorial recién inaugurada y, por tanto, valiente, y por ende, suicida: Sajalín Editores) haya publicado esta impactante novela de Hubert Selby. Leyéndola, disfrutándola, sufriendo con las vicisitudes de sus personajes, uno comprueba que Darren Aronofsky hizo una adaptación impecable cuando la trasladó al cine.
Ya conoces la historia: cuatro personajes que acaban alimentando sus ilusiones con toda clase de drogas. Dos amigos, Harry y Tyrone, empeñados en vender heroína hasta tener el suficiente dinero para escapar y abrir un negocio. Marion, la novia de Harry, que pasa de una vida prometedora a una situación en la que debe alquilar su cuerpo para seguir obteniendo un chute diario. Sara, la madre de Harry, obsesionada con el espectáculo que vende la televisión, con aparecer en uno de sus concursos, falsa promesa publicitaria que la empuja a adelgazar para entrar en su mejor vestido, y a seguir dietas imposibles, y a engancharse a las pastillas adelgazantes y al café. Cuatro personajes que se mueven por el Bronx, en tiempos en los que la mercancía empieza a escasear en las calles.
Para mí, la prosa de Hubert Selby es música (a lo cual ayuda mucho la labor del traductor). Sus personajes son muy humanos y por eso se equivocan a menudo. Las situaciones en las que los coloca resultan terribles, aterradoras. Selby logra que sintamos piedad por ellos, que el estómago se nos llene de nudos, que sepamos de verdad lo que significan el dolor y los errores humanos. Su libro es una crítica al sistema y, sobre todo, al llamado Sueño Americano. Ya hablé aquí hace unos días de su dominio del ritmo, de esas frases telegráficas y de esas otras oraciones interminables: unas y otras simbolizan el estado físico y anímico de cada personaje. Quedan más libros de Selby por publicar. Porque El demonio (Editorial Montesinos), traducida aquí hace años, está agotada y descatalogada. Si viste la película de Aronofsky, debes leer el libro. Y si no, también. Pero te lo advierto: los caminos de Selby no están plagados de rosas.
Ya conoces la historia: cuatro personajes que acaban alimentando sus ilusiones con toda clase de drogas. Dos amigos, Harry y Tyrone, empeñados en vender heroína hasta tener el suficiente dinero para escapar y abrir un negocio. Marion, la novia de Harry, que pasa de una vida prometedora a una situación en la que debe alquilar su cuerpo para seguir obteniendo un chute diario. Sara, la madre de Harry, obsesionada con el espectáculo que vende la televisión, con aparecer en uno de sus concursos, falsa promesa publicitaria que la empuja a adelgazar para entrar en su mejor vestido, y a seguir dietas imposibles, y a engancharse a las pastillas adelgazantes y al café. Cuatro personajes que se mueven por el Bronx, en tiempos en los que la mercancía empieza a escasear en las calles.
Para mí, la prosa de Hubert Selby es música (a lo cual ayuda mucho la labor del traductor). Sus personajes son muy humanos y por eso se equivocan a menudo. Las situaciones en las que los coloca resultan terribles, aterradoras. Selby logra que sintamos piedad por ellos, que el estómago se nos llene de nudos, que sepamos de verdad lo que significan el dolor y los errores humanos. Su libro es una crítica al sistema y, sobre todo, al llamado Sueño Americano. Ya hablé aquí hace unos días de su dominio del ritmo, de esas frases telegráficas y de esas otras oraciones interminables: unas y otras simbolizan el estado físico y anímico de cada personaje. Quedan más libros de Selby por publicar. Porque El demonio (Editorial Montesinos), traducida aquí hace años, está agotada y descatalogada. Si viste la película de Aronofsky, debes leer el libro. Y si no, también. Pero te lo advierto: los caminos de Selby no están plagados de rosas.
[Prólogo de Richard Price. Prefacio de Hubert Selby Jr. Prólogo a la nueva edición de Darren Aronofsky. Traducción de Martín Lendínez. Abajo he colgado un fragmento].