No es la mejor película de Spike Jonze, pero su universo de niños y bestias (adaptado del cuento de Maurice Sendak y convertido en guión junto a Dave Eggers) encaja perfectamente con el resto de sus locuras, ya sean dirigidas, producidas o escritas. Consigue lo más difícil: que nos creamos a estos monstruos que pasan del cariño al rencor con una facilidad propia de humanos. Ver esta película es recordar cómo éramos en la infancia, aquel tiempo en que nuestra mente desarrollaba mundos paralelos. Y destaca la poderosa voz del gran James Gandolfini. En suma: no está mal, pero esperaba más.
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