lunes, noviembre 16, 2009

Yo lloré con Terminator 2 (relatos de cerveza-ficción), de Carlos Salem


Oh, oh. No será una buena noche. Entran el Perro y el Gato. ¿Es que en la puerta del bar no hay un letrero que pone que la casa se reserva el derecho de admisión? Eso debería incluir a los policías. Pero Lola duda que estos dos sepan leer. Aunque, según le contó una noche el Poe, borracho, el Gato escribe poemas a escondidas, y son tan brutales como las palizas que suele pegar a los chorizos adolescentes. Casi nunca los detiene, le ha dicho Poe, pero pasan más tiempo en el hospital de lo que les hubiera caído en el calabozo, y eso, según el Gato, “les da tiempo para reflexionar”.
Lola sabe que el Gato es algo así como un amigo de Poe, pero aún así lo mira inquieta, hasta que él le indica con un gesto que no pasa nada. Se sientan uno a cada lado de Poe, en la barra. Lola les pone dos cervezas de barril. Ellos no beben Mahou. No necesitan botellas de cuello largo para defenderse o atacar. Llevan pistolas.