sábado, noviembre 14, 2009

Acaso para contrarrestar

Acaso para contrarrestar la cantidad de subproductos que nos tragábamos, Manolo procuraba aleccionarme sobre la vida, el futuro y las mujeres, a su manera, sirviéndose de esas frases contundentes de su cosecha:
—La vida nunca sabes por dónde te va a atacar —apuntaba con un dedo en alto, el otro en la oreja y la voz ronca del tabaco negro, el alcohol y las dentelladas que propinaba a los cristales—, eso es lo jodido. Tú siempre esperas algo a cambio, y el futuro no te corresponde como debiera, y entonces te dices: “Nada tiene sentido aquí”. Las cosas son un asco. Lo mejor es ser joven, sobre todo a los veinticinco años.
—¿Por qué?
—Porque ya has hecho la mili, y sabes que, de ahí en adelante, es lo que te toque, macho, que está todo escrito y todo inventado. Y si querías ser abogado, ahora eres barrendero, y si querías ser un vividor y agotar la vida, es ella la que te agota a ti. Yo, por ejemplo, que mi sueño era vivir en Australia, con la cantidad de caza que hay allí y los desiertos que se ven en el cine y en los documentales..., aquí me tenéis, poniendo películas en una ciudad sin futuro. Jodido, pero bien jodido. El tiempo va pasando y tú sigues en la misma zanja, a verlas venir. Nada de lo que quieres se acaba cumpliendo, coño.
—Ya —asentía, procurando engullir las ideas pesimistas de Manolo.
—Por eso hay que disfrutar a tope, porque luego te das cuenta de que la cosa se acaba, que ya te llaman, y adiós muy buenas. Pero que te quiten lo bailao, ¿no te jode?
—La vida es dura, sí señor —apuntaba Leandro, en su puesto, con las manos a la espalda—, a eso tenemos que resignarnos. Pero hay que aprovechar, je, je, para eso están las mozas, para hacer la vida más llevadera. Las niñas, je, je, hay que tratarlas bien, que luego se enfadan.


José Angel Barrueco, Recuerdos de un cine de barrio