Este libro, por fin publicado en España, incorpora también sus Escritos políticos.
Jack London, uno de los grandes escritores de Estados Unidos, pasó un tiempo viajando por ahí, vagabundeando, pidiendo comida en las casas, subiéndose a los trenes mientras los vigilantes trataban de echarlo una y otra vez. Estuvo un mes en la cárcel y su experiencia le sirvió para aprender algunos aspectos de la vida, para tomar aún mayor conciencia social y para escribir los textos de En ruta (The Road, en el original). Ya lo dijo David González en su blog: éste es un precedente de En el camino de Jack Kerouac. En ambos encontramos la misma pasión del viajero, la aventura y la libertad, el futuro incierto en cada recodo… London cuenta historias memorables, como cuando se unió al llamado “Ejército de Kelly”, compuesto por 2.000 vagabundos, ahí es nada; o cuando relata las tretas que utilizan los vigilantes y los vagabundos cada vez que los segundos se suben a los vagones y los primeros tratan de echarlos; o los horrores de la penitenciaría: dieta de pan y agua, palizas, etcétera.
En los textos políticos habla de los esquiroles, cuenta cómo se hizo socialista y ataca al sistema capitalista y acusa a un estado que no difiere mucho de lo que vivimos hoy en día: paro, hambre, injusticias sociales. Un fragmento de En ruta:
Comencé a pensar que me vería obligado a buscar comida entre los muy pobres. Los muy pobres son el último recurso del vagabundo hambriento. Siempre se puede contar con los muy pobres. Ellos nunca niegan la comida a los hambrientos. Una y otra vez, por todos los Estados Unidos, me han negado la comida en la casa grande de la colina; y siempre he recibido algo en la pequeña cabaña del barranco o del pantano, con sus ventanas rotas y tapadas por harapos y con su madre de rostro cansado y castigado por el trabajo. ¡Oh, vosotros que habláis tanto de caridad! Id a ver a los pobres y aprended de ellos, pues el pobre es el único que es caritativo: no da ni se guarda nada de lo que le sobra; no le sobra nada; da, sin guardarse nunca nada, de lo mismo que necesita para sí, a menudo de lo que necesita desesperadamente. Darle un hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando estás tan hambriento como él.
Jack London, uno de los grandes escritores de Estados Unidos, pasó un tiempo viajando por ahí, vagabundeando, pidiendo comida en las casas, subiéndose a los trenes mientras los vigilantes trataban de echarlo una y otra vez. Estuvo un mes en la cárcel y su experiencia le sirvió para aprender algunos aspectos de la vida, para tomar aún mayor conciencia social y para escribir los textos de En ruta (The Road, en el original). Ya lo dijo David González en su blog: éste es un precedente de En el camino de Jack Kerouac. En ambos encontramos la misma pasión del viajero, la aventura y la libertad, el futuro incierto en cada recodo… London cuenta historias memorables, como cuando se unió al llamado “Ejército de Kelly”, compuesto por 2.000 vagabundos, ahí es nada; o cuando relata las tretas que utilizan los vigilantes y los vagabundos cada vez que los segundos se suben a los vagones y los primeros tratan de echarlos; o los horrores de la penitenciaría: dieta de pan y agua, palizas, etcétera.
En los textos políticos habla de los esquiroles, cuenta cómo se hizo socialista y ataca al sistema capitalista y acusa a un estado que no difiere mucho de lo que vivimos hoy en día: paro, hambre, injusticias sociales. Un fragmento de En ruta:
Comencé a pensar que me vería obligado a buscar comida entre los muy pobres. Los muy pobres son el último recurso del vagabundo hambriento. Siempre se puede contar con los muy pobres. Ellos nunca niegan la comida a los hambrientos. Una y otra vez, por todos los Estados Unidos, me han negado la comida en la casa grande de la colina; y siempre he recibido algo en la pequeña cabaña del barranco o del pantano, con sus ventanas rotas y tapadas por harapos y con su madre de rostro cansado y castigado por el trabajo. ¡Oh, vosotros que habláis tanto de caridad! Id a ver a los pobres y aprended de ellos, pues el pobre es el único que es caritativo: no da ni se guarda nada de lo que le sobra; no le sobra nada; da, sin guardarse nunca nada, de lo mismo que necesita para sí, a menudo de lo que necesita desesperadamente. Darle un hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando estás tan hambriento como él.