Escribo desde la cafetería del hotel de Praga donde me alojo. En un ordenador portátil al que aún no me acostumbro. Tienen wifi gratuito. Hace un frío del carajo. Estoy sordo de un oído desde anoche, de ello tiene la culpa la presión durante el vuelo. En el avión estuve leyendo un libro sobre la ciudad y sobre Kafka porque, como señalan al principio, Praga es Kafka y Kafka es Praga y ahora saldremos a buscar sus huellas y a helarnos con estas temperaturas. Sigo aguardando noticias de los míos, allá en España, y espero que sean buenas o menos malas de lo esperado al principio.
Hace 17 horas