martes, septiembre 01, 2009

De padres e hijos, de Emil Hakl


El narrador, un hombre de 42 años, va a buscar a su padre, de 71 (lo anoto porque el autor recalca la edad de ambos varias veces), y pasan un día charlando, paseando y bebiendo alcohol en las tabernas de Praga. En la novela abundan los diálogos y, mediante ellos, el escritor checo Emil Hakl (nacido en 1958) construye a los personajes. Padre e hijo hablan de mujeres, de las ciudades que conocen, de la familia, del pasado, de la guerra, de enfermedades, de recetas de cocina, de política... Como en la vida real, la conversación fluye y cambia de un tema a otro constantemente. Hakl retrata con gran sutileza las relaciones entre un padre y un hijo que ya están de vuelta de todo: cómo el padre gruñe y pica al hijo y a veces lo pone en ridículo, cómo el hijo se molesta y pierde el humor y a veces está a punto de mandarlo al carajo (pero nunca lo hace), cómo el primero trata de aleccionar al segundo, cómo el segundo trata de estar a la altura de las esperanzas que hay depositadas en él. Es una novela sobre herencias, sobre el paso del tiempo, sobre si maduramos o no. Este es el diálogo que tiene lugar tras la narración de una anécdota graciosa por parte del hijo, que no hace reír a su padre:
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-Déjalo ya –gruñó mi padre–, no te molestes, es que a mí no me hace tanta gracia.
-Ya lo sé.
-No tienes veinte años, ¿eh?... Lo curioso es que cuando tenías veinte años te portabas como un tío viejo y cansado, y ahora es justo lo contrario.
-Yo entonces me lo tomaba todo demasiado en serio; hoy en día me tomo las cosas más a la ligera, y funciona. Fue el mayor descubrimiento de mi vida…
-¿Cuál?
-Que no hace falta estar pensando constantemente con antelación cómo será todo.