viernes, julio 03, 2009

Medallones, de Zofia Nalkowska


Dos cubas contenían sólo cabezas sin cabello, cortadas de aquellos cuerpos. Estaban unas encima de otras, caras humanas como patatas amontonadas en un hoyo, tiradas de cualquier manera: unas de lado, como quien se apoya en una almohada, otras vueltas hacia abajo o boca arriba. Eran amarillentas y lisas, también estaban perfectamente conservadas y perfectamente separadas de la nuca, como si fueran de piedra.
Al lado de una de las cubas descansaba boca arriba una pequeña cara de tono marfileño de un muchacho que al morir tendría unos dieciocho años. Sus ojos oscuros, ligeramente oblicuos, no estaban cerrados, sino apenas entornados. Los labios carnosos, del mismo color que la cara, habían adoptado la expresión de una sonrisa triste y paciente. Las cejas regulares y bien dibujadas se alzaban hacia las sienes como con incredulidad. En esta situación singularísima, que habría superado su capacidad de entendimiento, esperaba el veredicto del mundo.
.
Esta es una muestra de este durísimo libro sobre el genocidio nazi. 8 historias, a medio camino entre el relato y el reportaje, que salieron de las investigaciones de la autora tras participar en la Comisión de Investigación de los Crímenes Hitlerianos. Fue publicado en los años 40. En una de las historias cuenta una mujer: Debo decirle que yo quería vivir. No sé por qué, ya que no tenía marido, ni familia, ni a nadie, y quería vivir. Me faltaba un ojo, tenía hambre y frío, pero... quería vivir. ¿Por qué? Se lo voy a decir: para contarlo todo, como se lo cuento ahora a usted. Para que el mundo supiera lo que ellos hicieron. Historias de supervivientes, de cómo se hacía el jabón con la grasa de los muertos, de los intentos de fuga de los detenidos, de judíos hacinados en trenes y en cámaras de gas, de las torturas, las privaciones y las agonías. En un artículo del fin de semana hablaré en extenso sobre este libro, que deja huella. Publica Minúscula.