Me propuse, al llegar a Gijón y dejar los bártulos en el hotel, que mi primera parada en la ciudad fuese en la Librería Paradiso, de la que tanto había oído hablar. A pesar de mis viajes veraniegos, nunca había entrado en ese templo. Por otra parte es lógico: mis visitas a Gijón siempre han caído en sábados y domingos y en festivos y, durante esos días, sólo está abierta el sábado por la mañana y normalmente a esas horas estábamos durmiendo o intentando curar la resaca de sidra en la playa. El tren llegó en torno a las doce y pico y nos apresuramos a dejar las maletas y salir corriendo en busca de la librería. Esta vez no me hubiera perdonado no entrar. Cuando la localizamos, advertí que por esa zona he pasado a menudo, en esas estancias de fin de semana que mencionaba antes. Dentro del local conocí al músico Xabel Vegas; gran músico, por cierto. En la web de Paradiso, aún por desarrollar, se ven dos fotos del establecimiento: una en color, desde fuera; la otra en blanco y negro, mostrando el interior del local. Ni por asomo dan una idea de lo que realmente es aquello. Porque se trata de una de las mejores librerías que yo haya visitado nunca, y con esto no me refiero sólo a España: hablo de librerías de otros lugares remotos, como París o Londres.
Y lo es por dos razones, que cito a continuación. Primero: por su aspecto cálido y acogedor, por su ambiente de comercio antiguo, de sitio inaugurado hace algo más de treinta años, por su atmósfera como de tienda pop británica de los setenta, con pósters y carteles en las paredes, por su aura de lugar de culto (esas cosas se notan). Segundo: por su catálogo de novedades, de libros de segunda mano a buen precio, de discos en cd y en vinilo, de cómics, de revistas y fanzines. En Paradiso he encontrado libros cuyas huellas había rastreado sin éxito, volúmenes que había buscado en librerías de Madrid y en librerías on line. Ya lo ves, aquí está la prueba: no todo se consigue en Madrid. Me llevé unos siete libros de las secciones de poesía y de segunda mano, en oferta. No quise rebuscar en otras secciones porque hubiera sido fatal para mi bolsillo y para el peso de la maleta: he dejado para otra ocasión el rastreo menos apresurado, ya que volveré a Gijón algún día de estos porque a Gijón siempre se vuelve. Para mí esa ciudad no se aleja mucho de Zamora, pero con una ventaja añadida: el mar. Es cierto que, desde mi traslado de Zamora a Madrid, la visito menos. Cosas de la distancia. Cuando vivía en mi tierra, era raro el verano en que no nos dejábamos caer por allí, a bañarnos, a pimplar sidra y a comer pastel de cabracho y parrochas.
Paradiso es esa clase de lugar cuyos dueños no quieren venderse al sistema. Aún permanece como reducto vanguardista y contracultural donde lo esencial es la calidad, y no la suma de best-sellers. En otras tiendas más convencionales habrían quitado hace tiempo los vinilos y los carteles de antiguas estrellas del rock para sustituirlas por cd’s con los éxitos de Los 40 Principales y retratos de los de “Operación Triunfo”, y apartado las cajas y las estanterías de saldos para aprovechar más el espacio con torres de libros sobre Harry Potter y la saga Millennium. En Paradiso, no. Y además pude encontrar títulos que andaba buscando sobre autores asturianos y también sobre autores de otras latitudes pero publicados en editoriales asturianas. Por allí cerca cae la Sidrería El Globo, por la que siempre paso. Y eso hicimos al salir, contentos y cargados de libros: entrar al garito a tomar la primera botella de sidra del día. En Gijón noté ese tiempo tan característico de cuando he ido por allí en verano: bochorno, el cielo nublado y esa luz de bruma que hace tan especial a la ciudad.