sábado, junio 20, 2009

Aplazamientos

Existen varias versiones y distintas adaptaciones del cuento que voy a resumir a continuación. Yo he leído varias y quizá la mejor sea “La muerte en Samarra”. En dicho cuento popular, un criado entra en la casa de un mercader, su amo. Asustadísimo, le dice que ha visto a la Muerte en un mercado y que le ha hecho un gesto de amenaza. El amo le cede un caballo y el esclavo huye de allí, en busca de refugio en la ciudad de Samarra, donde estará a salvo de la Parca. Más tarde, el mercader se encuentra a la Muerte y le pregunta por qué le hizo un gesto de amenaza a su criado. La Muerte responde: “No era de amenaza, sino de sorpresa al verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra”. No es necesario ser un lince para saber que lo que el cuento viene a decirnos es que uno no puede escapar de la muerte, haga lo que haga, ya se oculte o huya, pues el destino está escrito de algún modo. También en “Lawrence de Arabia”, como conté en un artículo de hace un par de años, el propio T. E. Lawrence (Peter O’Toole) debe matar a un hombre con un disparo de revólver, el mismo tipo al que salvó la vida en el desierto. Ali (Omar Sharif) dice: “Ha matado al hombre que rescató en el desierto” y Tayi (Anthony Quinn) comenta: “Ah, entonces estaba escrito”. Estaba escrito que ese hombre moriría en ese desierto, tarde o temprano. Lo que había hecho Lawrence era sólo aplazar su muerte un poco.
Traigo a colación ese cuento y esa película por una noticia que tal vez pasara más o menos desapercibida hace unos días. Está relacionada con el accidente del avión que hacía la ruta entre Brasil y Francia. El titular del diario El País ya lo desvela todo: “La pasajera que perdió el vuelo 447 muere en un accidente de tráfico”. A mí se me pusieron los pelos de punta. No nos desvelan las causas, pero esa mujer y su marido no pudieron tomar el avión que desapareció en el océano Atlántico. Se libraron por los pelos. Como esas personas que, en el trágico 11-M, no tomaron alguno de los trenes que reventaron por quedarse dormidas. Sin embargo, a la mujer se le cruzó la Muerte del cuento sólo una semana más tarde. Al día siguiente de perder el vuelo, la pareja cogió otro avión. Y unos días después el coche en el que ambos viajaban se estrelló contra un camión. En Austria. La diferencia es que, del accidente de avión, no se salvó nadie. Tras el choque, la mujer murió, pero el marido vive y está herido, ingresado en un hospital, según las últimas informaciones que he encontrado por ahí.
Cuando estoy a punto de empezar este tercer párrafo, busco algunos datos más sobre el tema. Y me topo con algo que desmiente el principio del segundo párrafo, eso de “una noticia que tal vez pasara más o menos desapercibida hace unos días”. Compruebo ahora que no es así, pero no me apetece dar marcha atrás, quería contar la historia, dar mi punto de vista. Por si acaso mis enemigos pensaran que es un plagio, aquí van otros artículos sobre el tema: los escritos por José Manuel Nieves, Ricardo Chacón o Pepe Álvarez de las Asturias, quien además comienza su texto con el cuento de Samarra. Tal vez estaba escrito que unos cuantos relacionaríamos la muerte de esa mujer, aplazada unos días, con la narración del hombre que huye de la Parca para encontrársela unas horas después en otra ciudad. Es inevitable. Si eres cinéfilo o lector de cuentos, relacionas estas tragedias con “La muerte en Samarra”. Y eso me recuerda también un texto de Juan José Millás en el que salva de la muerte a una mosca atrapada en su nevera. Pero, poco después de librarla, a la mosca se la come una lagartija en la ventana.