En las cadenas de televisión crean extrañas alianzas para aumentar la audiencia. O para ser originales. A menudo no funciona. Véase el caso de juntar a Florentino Fernández y Josema Yuste en un show de humor. O sea, un intento de regresar a los tiempos gloriosos de Martes y Trece, pero sin la mitad de Martes y Trece. Una mitad necesaria, por cierto. Me bastaron los anuncios para saber que no lo vería. Florentino se las vale solo, pero Josema necesita a Millán Salcedo. En cambio, José Mota se quitó lastre al actuar sin su media naranja de Cruz y Raya. Para mí es un humor distinto; y juntos no siempre funcionaban, aunque la parodia de “El Señor de los Anillos”, por ejemplo, es legendaria. Recordemos el caso de Terence Hill y Bud Spencer en las películas de mamporros de antaño: juntos nos hicieron reír, pero por separado flojearon mucho. Las parejas célebres de los programas de humor, de las series o de las películas, pierden al público cuando intentan hacer lo mismo por separado.
Cuando anunciaron eso de “La tribu” y vi los nombres que integraban dicha panda pensé: “Uf, qué pereza”. Javier Sardá, Boris Izaguirre, Mercedes Milá y Carlos Latre, vistas las fotos, estaban más próximos a “La pandilla basura” que a “Grupo salvaje”. Sardá cargará toda la vida con la cruz de “Crónicas marcianas”, show nocturno que empezó con fuerza pero que terminó horadando el lodazal de la basura televisiva, por mucho que su antiguo presentador lo siga negando. Sardá estaba bien en “Dutifrí”. En cierto modo regresó a sus buenos tiempos de la radio, a sus comienzos. Volvía así a su papel de comunicador. A charlar con la gente, y no como en las últimas temporadas de “Crónicas marcianas”, en las que sólo se apostaba por el morbo y la carnaza. Mercedes Milá hizo rápido la maleta y se largó de “La tribu”, a esa velocidad de las mujeres del cine negro, que preparan el equipaje antes de que los cadáveres empiecen a enfriarse. El caso contrario a esto de unir a varios presentadores o humoristas de distintos programas consiste en desgajar a uno de ellos y darle su propio programa, como en los “spin-offs” de las películas y las series, en que escogen a un personaje y le entregan su propia serie (“Joey”, por ejemplo, spin-off surgido de “Friends”; o “Aída”, que salió de “Siete vidas”). Es lo que ocurrió con “El programa de Berto”, costilla de “Buenafuente”, que fue cancelado por los bajos índices de audiencia. No llegué a ver el show, pero es una pena: Berto me cae bien, se maneja a la perfección en el humor televisivo. Espero que le den otra oportunidad.
Son frecuentes estos cambios en la tele. A veces da la impresión de que hay cómicos y presentadores con los que sus directivos no saben qué hacer. Los cambian de un programa a otro, de un horario a otro, los juntan con otros presentadores más potentes y, así, van creando esas extrañas alianzas. Es raro que se salden con un éxito. Hemos visto a las mismas personas, durante décadas, presentando concursos de pruebas físicas, de preguntas y respuestas, de variedades, de bailes, de canciones, de triunfitos… Supongo que llega un momento en que uno tiene que aceptar lo que le echen. Hay que ganarse los garbanzos. Y luego están los jetas. Los que fichan para programas de debate de periodismo rosa, amarillo o sensacionalista. Salen sentados en un sofá, dicen cuatro chorradas para polemizar y cobran. También se dan extrañas combinaciones de estos sujetos. Hubo un momento en que, gracias a las series (en su mayoría, norteamericanas), creí que la tele pasaba por días de gloria. Pero no es así.