Jonas Mekas tiene casi noventa años. En su memoria está resumida la historia del siglo pasado: la guerra, el nazismo, el exilio, los campos de trabajos forzados y los campos de refugiados, el viaje continuo, la llegada a América, el cine, la generación beat, John Lennon y Andy Warhol, Patti Smith y Timothy Leary, Dalí y The Velvet Underground… Pero no se detiene ahí: a su edad, es una figura con relevancia en internet. En 2007 mantuvo una propuesta insólita: colgar en la red un cortometraje al día, durante un año. Además de rodar documentales y cortos y rarezas y de su etapa como crítico cinematográfico, ha escrito diarios y libros de poesía. Jonas Mekas sigue vivo y me pregunto por qué razón jamás había oído hablar de él.
Descubrí su nombre gracias al libro que acaba de publicar la editorial Caja Negra. Estaba merodeando por una librería, buscando un ensayo escrito por François Truffaut entre la maraña de títulos sobre cine, cuando me llamaron la atención una portada en tonos suaves, muy claros, y un título: “Ningún lugar adonde ir”. Supe que con ese título un libro merecería la pena. Me asombró la biografía de Jonas Mekas, resumida en la contraportada. Me asombró porque, como digo, resume la historia del siglo XX y parte de la del siglo XXI. Y nunca había oído o leído por ahí su nombre. El libro es la traducción de sus diarios, escritos desde el año 44 en que tuvo que emigrar de un pueblecito en Lituania hasta mediados de los 50, en que se asienta en EE.UU. y empieza a rodar películas y documentos experimentales. He empezado a leerlo. Algunos meses, metido en esos campos de trabajo, escribe varias anotaciones a la semana. Otros, apenas hay unos apuntes. Incluye fotos y documentos. Eso, y su estructura de diario como a tragos cortos, lo aproxima a la literatura que hoy está más de moda: ritmo ágil y narración fragmentaria.
Tras comprarme un ejemplar, busqué su nombre en internet. Recomiendo visitar su web. Pueden descargarse numerosos archivos. La mayoría, claro, son de pago, y permiten ver unos segundos para decidir si el usuario está interesado o no en comprar la copia. Pero tenemos la sección “Free Downloads”, con algunas descargas gratuitas. Hay un apartado en el que sus colegas de profesión contribuyen con pequeños cortos, como Jim Jarmusch, que filma a Tom Waits en algunas actuaciones musicales. Y están las piezas del propio Mekas: imágenes de Allen Ginsberg, Lennon, Elia Kazan o la destrucción del Muro de Berlín. En el apartado “Upload” podemos subir nuestros propios vídeos a la web. Jonas Mekas, a pesar de su edad y de lo que ha vivido, luchado y sufrido, en vez de cerrar los ojos al futuro, los ha abierto, asumiendo las nuevas tecnologías como herramientas básicas para difundir su trabajo. Y sin olvidar el pasado, como demuestra este libro de admirable título que tengo entre las manos. Por lo que cotejo por aquí y por allá, parece que Mekas ha optado siempre por la no ficción. Tanto en sus textos como en sus obras audiovisuales. Es un hombre que ha pretendido plasmar su vida diaria y la de quienes le rodean, primero mediante las anotaciones en el diario, más tarde con los poemas (cuenta al principio del libro que siempre quiso ser poeta), luego con sus diarios filmados y sus cortos. Abro el libro al azar, copio esto: “Ah, esos fueron años tristes. Mis recuerdos están llenos de sudor y de guerra, y de la miseria que tuvo que travesar nuestra familia, una familia de ocho integrantes (…) en bancarrota hacia el invierno de 1928, y deudas, deudas, deudas, para mandar a todos los hijos a la escuela, comprar ropa, para mantener alejados a los piojos”.