lunes, abril 13, 2009

El humor de los perdedores

Publica estos días Patxi Irurzun un libro donde se reúnen relatos que estaban dispersos por revistas y periódicos, algunos de ellos galardonados con premio. Su título es “Ajuste de cuentos” (Eclipsados) e incorpora prólogo y epílogo de dos grandes de la música: Kutxi Romero (de Marea) y El Drogas (de Barricada). Estructurados por temas, Patxi recoge aquí historias de amor, de currantes, de actitudes punkis, etcétera. Suele haber en ellas una voluntad de rebeldía, un gesto de provocación hacia las empresas que explotan al trabajador y hacia lo establecido. La herramienta de Patxi es el humor, el humor de los perdedores que se toman las cosas con cierta filosofía.
Creo que uno de los cuentos que mejor representan su mundo es “Tonta nostalgia”. Y aviso: voy a contar el final. En dicha historia, el narrador viene un poco beodo y exaltado de un concierto de La Banda Trapera del Río. El espíritu punk ha renacido en él gracias a las canciones. Está solo y se siente con ganas de hacer trastadas, de prepararla parda, de encabezar alguna revolución. Va en coche y se acerca a una gasolinera. Delante hay un anciano con aspecto de ricachón, en un Mercedes. El narrador se cuela y se coloca antes en el surtidor y, por la ventanilla, le grita: “¡En esta vida hay que tener reflejos, viejo!”, con lo que el otro se larga y el protagonista ha cumplido su gesto salvaje. Luego baja del coche y, mientras el empleado le llena el depósito, observa que el tío del Mercedes vuelve: “Venía de culo y a toda hostia”. Y el Mercedes se empotra contra su coche, destrozándole la carrocería. El viejo baja del vehículo y, muy tranquilo, se acerca a él y le entrega dos tarjetas donde constan su dirección y la de su abogado. Después se monta en el Mercedes y, antes de alejarse, grita por la ventanilla: “¡En esta vida, amigo, lo que hay que tener es dinero!” El relato termina con estas palabras en las que, con deportividad y humor, el protagonista acepta su sino y su torpeza: “Y comprendí que, desgraciadamente, el capullo tenía razón. Mierda de vida”. En “Nocturnidad, alevosía y descampado”, el autor cumple el sueño de muchos: se encuentra de noche con el tipo que le despidió de la fábrica y le parte la cara. Pero mi favorito es un cuento de amor, como le dije al propio Patxi tras leer el libro: “Parpadeos (Un viaje en autobús)”, donde el protagonista rememora algunos recuerdos dulces y otros amargos mientras viaja en ese transporte público. Es un relato de tono triste en el que podemos vernos reconocidos en ciertos momentos de nuestras vidas. Trece cuentos, en fin, explosivos. El humor ni siquiera falta en el currículum del autor; tras dar noticia de sus publicaciones, concluye con esta frase: “Es más feo que el copón pero tiene novia y dos hijos, los tres guapísimos”.
Tras la lectura de “Ajuste de cuentos” rebusqué en mis últimas adquisiciones. Tenía por ahí un antiguo libro de Patxi y era el momento de leerlo: “Atrapados en el paraíso”. Tiene su historia: con el dinero que obtuvo al ganar una edición del Premio de Relatos de Viaje de “El País”, en vez de gastarse en un viaje de placer el millón de pesetas que le entregaban al ganador, optó por irse junto a un fotógrafo al vertedero de Payatas (en Manila) y a Papúa Nueva Guinea. De vuelta, tras pisar el paraíso, pero también el infierno, escribió este libro, que obtuvo el Premio a la Creación Literaria. Son páginas llenas de sabrosas historias: terroríficos viajes en camión o en avioneta, infectos cuartos de baño, puestos de comida donde se reúnen todas las moscas del basurero, bares regentados por enanos, cacerías de cocodrilo o niños que sobreviven de lo que recogen del vertedero. Quiere reeditarlo y ojalá lo consiga.