La reedición es oportuna porque los libros tienen una vida cada vez más corta. No recuerdo a quién se lo dije el otro día: que me apresuro a comprar las novedades literarias que me interesan porque luego, pasados unos meses, sólo se pueden encontrar en alguna que otra librería de viejo. Salvo los best-seller, claro. Las librerías no tardan en retirar ciertos títulos. Las editoriales los sacan de su catálogo. Algunos libros quedan olvidados en los almacenes de las distribuidoras. Le pregunté una tarde a uno de los libreros del barrio: “¿Cómo consigues todos estos títulos, si son imposibles de encontrar ya por ahí?”. Me respondió que visita muchas distribuidoras y que los ve en sus almacenes y se los lleva. Gracias a eso le compré el primer libro de Virginie Despentes y varios títulos de los setenta del catálogo de Anagrama. Me sucede con frecuencia que, después de buscar durante meses tal o cual novela, cuando por fin obtengo un ejemplar y la leo, la reeditan. Me pasó con “Locos”, de Felipe Alfau; con “El día de la langosta”, de Nathanael West; con “Queremos informarle de que mañana seremos asesinados junto con nuestras familias. Historias de Ruanda”, de Philip Gourevitch. Lo que ocurre es que este último aún no lo he leído, pero dispongo de la edición del noventa y nueve. Me pasó con otros tantos que ahora no recuerdo.
En este párrafo voy a hablar de las segundas ediciones y de las reediciones de los libros de unos cuantos amigos. El viernes pasado llegué a Zamora, no había nadie en casa y me tumbé a releer, de una sentada, la segunda edición de “Ola de frío”, de Karmelo C. Iribarren. Ha salido dos años después de la primera. No hace demasiado que a Karmelo le reeditaron su antología “La ciudad”, y aviso: en las últimas páginas aparecen nuevos poemas. Todo ello bajo el subtítulo “Antología 1985 – 2008”. La primera lectura de un libro que te acaba gustando supone un feliz descubrimiento. La relectura te deja muy satisfecho porque lo que haces es recrearte, disfrutar lo que ya conoces. Se parece un poco al sexo, sí. Unas semanas atrás releí los relatos que Vicente Muñoz Álvarez ha reunido en “Mi vida en la penumbra”, de reciente publicación. Casi todos estaban incluidos en otros libros, hoy ya muy difíciles de encontrar. Así que la reedición de esos textos me parece muy oportuna. Y no olvido la incorporación de algún que otro relato que estaba inédito. Tal vez mi favorito del conjunto sea el último, una versión corregida de “Beatitud”, cuento que me acompañó en mi viaje a Lisboa, este verano. No olvido tampoco otra relectura: la de “El demonio te coma las orejas [1997 – 2008]”, de David González, en edición ampliada. Uno de los libros más importantes de su autor, que otro colega, Eloy Fernández Porta, analiza en su texto para el catálogo de una próxima exposición en Barcelona: “Quinquis y macarras de los años ochenta” (a partir de mayo). Por cierto, Ana Pérez Cañamares reedita en breve, y en otra editorial, “En días idénticos a nubes”, su libro de cuentos sobre la adolescencia. Esa es la obra que fue a presentar en Zamora años atrás, conmigo de torpe maestro de ceremonias. Estuvimos en la Biblioteca Pública y asistieron, no sé, media docena de personas. Pero no olvidaron a Ana ni a sus relatos.
Un portal de internet donde cuelgan poemarios ya descatalogados o difíciles de encontrar es la biblioteca del “Manual de Lecturas Rápidas para la Supervivencia” o “MLRS”. Ahí se pueden descargar libros de algunos de los colegas arriba citados. Una de las últimas incorporaciones es “El cielo de Bagdad”, de Ángel Petisme, que ya era difícil de encontrar. Libros gratuitos, que no es poco.