El viernes me acerqué por la librería-café El Bandido Doblemente Armado. Para quien no conozca el lugar, está entre las estaciones de metro de Tribunal y Bilbao. Un sitio céntrico, donde se pueden encontrar novedades, rarezas y libros descatalogados. Vi “Martin Scorsese por Martin Scorsese”. Pero no lo compré porque espero que lo reediten y amplíen. Años atrás leí “Tim Burton por Tim Burton” y lo han actualizado y ahora mi ejemplar se queda más o menos obsoleto porque en estas reediciones le incorporan capítulos de análisis y entrevistas sobre las nuevas películas que ha hecho Burton. Esta colección es muy apetecible y espero que amplíen esos libros dedicados a Scorsese, David Lynch, Brian De Palma y David Cronenberg. Fui por la librería porque Ada Menéndez presentaba su poemario “El desvestir del pulgar”. El acto era a las ocho y tenía que marcharme a las nueve menos cuarto. Empezó con retraso, justo a la hora en que me iba, y no pude escuchar el recital. Además de a Ada, pude saludar a los poetas Isabel García Mellado y Marcus Versus.
Lo que me gusta de Madrid es su abanico de posibilidades, a pesar de su condición de ciudad violenta y llena de sorpresas desagradables. Todos los días hay conciertos, recitales, presentaciones de libros. Si fuera a cada acto en el que conozco gente, jamás pisaría en casa. No lo digo en broma. Aunque la ciudad tiene fama de imposible porque tienes que utilizar continuamente el transporte público, eso no es cierto en todos los casos. Desde Lavapiés fuimos hasta el entorno del Prado dando un paseo en la tarde del sábado. Esta ciudad también depara sorpresas agradables, y así quiso la casualidad que, en el barrio, en una terraza de Argumosa, nos encontráramos con el zamorano José Luis Calvo y la poeta Carmen Camacho (que está incluida en la antología “23 Pandoras” y acaba de publicar el poemario “Minimás”). Un encuentro digno de novela porque ellos viven en Sevilla. Yo estudié con José Luis en el Instituto Claudio Moyano de Zamora y es posible que no nos hayamos visto desde entonces. Estaban allí para presentar el libro de Carmen en la Librería Arrebato. Y fueron a tomar algo por Lavapiés. Uno de esos cruces raros, inesperados, que se dan pocas veces en la vida. Esos que le gustan tanto a Paul Auster. Mi antiguo colega está como siempre: no ha perdido ni la sonrisa contagiosa ni su habitual entusiasmo. Un crack.
Nuestra caminata concluyó a las puertas de La Caixa Forum, en el Paseo del Prado. Porque allí, al aire libre, está la muestra “Arte en la calle. Auguste Rodin en Madrid”. Esculturas a un paso de la acera. “El pensador” y “Los burgueses de Calais”. Para quedarse boquiabierto. Iluminados por la mejor luz posible: la luz natural, la de una tarde serena y apacible de sábado. Los hombres de “Los burgueses…” están separados, distribuidos por aquí y por allá en la plaza de acceso a La Caixa Forum. Están casi al nivel del espectador, subidos en pequeñas plataformas. Me fascinaron sus grandes manos, nudosas, en tensión, como si estuvieran sufriendo grandes penurias; y su musculatura de gladiadores. “El pensador”, en cambio, está sobre una columna. “El pensador” se llamó “El poeta” en su origen. Ese hombre de bronce, desnudo y musculoso, sentado en una roca, con aspecto de atormentado, absorto en sus pensamientos, impresiona con su grandeza, con su estampa de artista poderoso. Decía Rodin que “El pensador” no estaba soñando, sino creando. Lo estudié desde diversos ángulos. Todo el mundo le hacía fotos. Desde uno de los ángulos de su derecha parece un hombre en el váter. No es burla, sino halago.