jueves, febrero 05, 2009

Una juguetería

Teníamos que comprar regalos para niños. Sus padres celebraban los respectivos cumpleaños de los chavales y no queríamos ir con las manos vacías. Fuimos de expedición a por los obsequios. Alguien sugirió comprarles ropa. No me pareció una buena idea. En su cumpleaños, un crío no se emociona si, al quitarle el papel de regalo, se encuentra una camiseta o un gorro de lana. La opción más lógica eran los juguetes, pues estos niños rondan los dos años de edad. Entramos en la planta de juguetes de El Corte Inglés, por ser lo más socorrido y lo que estaba más a mano. A mí no me hubiera importado ir a Toys’R’Us, adonde acudí hace años, pero está a las afueras de la ciudad y hay que ir en coche.
Admito que disfruté viendo en las estanterías los juguetes que venden para los chavales de ahora. Hacía tiempo que no entraba en una de estas tiendas. Cuando, por ejemplo en navidades, uno ve en la tele los anuncios de los muñecos y de los coches y de las casitas para los críos, se dice: “Qué horror”. Me refiero a esas horrendas réplicas de bebés que se orinan o que chillan como si fueran gorrinos en la matanza. En la realidad los bebés no son espantosos. Pero estos muñecos parecen salidos de un museo de los horrores. En el primer vistazo, buscando en la juguetería, me pareció que las cosas habían cambiado mucho desde mi infancia. Pero en el fondo no han cambiado tanto. Veamos: encontré una sección completa y muy amplia dedicada a “La guerra de las galaxias”. Cascos, muñecos, réplicas, naves y un montón de merchandising con el que George Lucas demuestra que sacará los cuartos de múltiples generaciones de niños. Sospecho que, tras su muerte, el cadáver de Lucas será exhibido durante unos días, previo pago de una entrada. Es capaz de disponerlo así en su testamento sólo por seguir cobrándonos cuando se haya ido. En la sección de peluches me sorprendió ver algunos clásicos: ahí siguen Mickey y Minnie Mouse, el Monstruo de las Galletas, Epi y Blas o todos esos personajes que regresan porque siguen haciendo películas sobre ellos: Hulk, Indiana Jones o Spiderman. Lo que sospecho es que los fabrican peor. La cara del muñeco de Indiana Jones se parecía más a la de un borracho en paro que a la de Harrison Ford. Vi unos puños gigantescos de Hulk. Un niño se los pone, como si fueran guantes de boxeo. De pequeño tuve unos puños del estilo. No recuerdo si los míos representaban a algún personaje en concreto. También estaba Superman. Éste y otros superhéroes, aunque son parecidos, han sufrido cambios. Quiero decir que los fabricantes los han adaptado a estos tiempos políticamente correctos. En mi infancia los muñecos para niños eran réplicas de tíos duros: pelo fosco, barba más o menos tupida, cara de pocos amigos. Véanse los viriles Geyperman. Los héroes que vi el otro día, incluido Superman, tenían trazas de, ¿cómo se llamaban? Ah, sí: metrosexuales. Basta con echarles un vistazo.
La sorpresa de la juguetería fue encontrar un coche y una motocicleta de la guardia civil. Lo juro. La moto incluía un botón que, al pulsarlo, ponía en marcha la grabación de una voz que formulaba avisos a la central de la benemérita. Jamás había visto un juguete de la guardia civil. Me reí un rato con las réplicas de los tipos famosos de la lucha libre. Traté de imaginarme a un niño sosteniendo al Enterrador, cuya réplica era aún más fea que el tipo real. Daba un poco de miedo. También encontramos mucha mierda, muchas tonterías. Supongo que, en mis tiempos, nuestros padres pensarían lo mismo de nuestros juguetes.