Su padre iba en el asiento de atrás,
yo la llevaba por la 101
aquella noche, tarde.
Mis manos entre sus piernas,
las suyas entre las mías.
Escuchábamos viejos temas de R&B
mientras,
besándonos cuando la carretera estaba despejada,
intercambiábamos historias escabrosas rescatadas de nuestras vidas.
Cuando paramos para pasar la noche,
pusimos a su padre sobre la mesa de la habitación del motel
y estuvimos follando
con el televisor y todas las luces encendidas.
Al día siguiente lo dejamos en el coche
mientras desayunábamos en San Luis Obispo.
Aquel día, más tarde,
bajamos en un paseo a una playa desierta
cerca de Big Sur;
ella iba recogiendo flores silvestres en su sombrero de paja
mientras yo llevaba a su padre.
Lo había traído consigo desde Baltimore
al trasladarse a California cinco años antes.
Lo había llevado de apartamento en apartamento
y de amante en amante hasta conocerme.
Cuando llegamos a la playa
cogió a su padre
y dejó la lata de café sobre la arena.
Se giró solo un momento
Para recoger las flores del sombrero
cuando una gran ola volcó la lata
y se llevó el contenido al mar.
La abracé mientras lloraba,
dolido porque ella no había tenido la oportunidad
de darle una despedida más solemne.
Dave Alvin, Los malos tiempos ya han quedado atrás
Hace 3 horas