Arrastro en un carrito metálico cuatro de las nueve maletas que habitualmente llevamos, una o dos por cada fabricante, y la lluvia me golpea machaconamente el rostro. Hace frío. Está anocheciendo. Apenas hay gente en la calle. Pienso en mi casa, en mi perra, en mi escritura. Cuento mentalmente los días que llevo en carretera y los que aún me quedan para regresar. Recuerdo el malestar de los últimos años, la tensión continua de las oposiciones, los días tediosos bajo el flexo, las tardes asfixiantes de verano, el dilema entre escribir o estudiar, el conflicto, el desengaño, la frustración y el deterioro de los últimos meses, los complejos, la depresión, la dejadez…
Hace 3 horas