No sé lo que les ocurrirá a otras personas, pero para mí ver la gala de entrega de los Goya comporta numerosos sentimientos encontrados. A ratos me divierto, aunque poco, y a ratos me sonrojo, sintiendo algo de vergüenza ajena. A ratos me deslumbra el saber estar de algún intérprete, y a ratos me pregunto cómo demonios han dejado salir a ése o a aquel al estrado. A ratos me pregunto a quién se le ha ocurrido escribir esta o aquella tontería, y a ratos me digo que, bueno, qué demonios, en España somos así, y ya nos enseñó Cervantes a reírnos de nosotros mismos. Porque no nos engañemos: se pretenda o no, al final esta gala acaba siendo una especie de parodia de los Oscar. Para bien o para mal. Al día siguiente leí crónicas y reportajes y casi todos los comentaristas ponían a parir el tinglado. Pero a mí me parece que, aunque hubo muchos errores (en la línea habitual), también hubo aciertos, cosas que me agradaron en este reparto de premios que parecen elegidos por políticos del PSOE. Y si no me creen, vean la lista de ganadores: destila buen rollito y elecciones políticamente correctas.
Malos momentos. Empecemos por lo negativo. Los chistes y gags. Los chistes escritos por los guionistas son cada vez peores. En eso sospecho que estamos todos de acuerdo. Uno intenta verles la gracia, pero no puede. A veces incluso uno sonríe por conmiseración con el pobre actor o actriz a quien le ha tocado recitarlos. El recordatorio habitual de fallecidos me sigue pareciendo innecesario y un tostón. Porque salen desde scripts hasta peces gordos. ¿Se imaginan si en los Oscar empiezan a meter imágenes de absolutamente todos los fallecidos de la industria del cine norteamericano durante un año, empezando por las peluqueras y terminando por el clásico “best boy” de los títulos de crédito de las superproducciones? Probablemente la ceremonia duraría un mes. Luego está el exceso de publicidad. Dos o tres premios y anuncios. Dos o tres premios, un gracejo y más anuncios. Y así. Y eso por no hablar de los abundantes tropiezos y errores: nombres y apellidos mal dichos, confusiones, tartamudeos, mala organización y hasta un Goya partiéndose la crisma contra el suelo. Pero esto no es tan criticable: al fin y al cabo somos humanos y cometemos errores y seguro que si usted o yo subimos a una de esas tribunas a repartir o a recoger no lo haríamos mejor que quienes erraron. También está la ceguera de la Academia, al “castigar” a una de las mejores películas del año pasado, “Los cronocrímenes”. Hay algo que no funciona en el cine español en relación al mercado internacional. Es decir: la Academia envía a Hollywood filmes sobre la postguerra y la guerra civil, que a ellos no les interesan, mientras Hollywood prefiere hacer remakes de películas de género made in Spain, léase la propia “Los cronocrímenes”, “El orfanato” o “[REC]”. ¿Alguien lo entiende?
Buenos momentos. Muchachada Nui. Multiplíquese por tres porque fue una alegría ver al equipo de vuelta, haciendo de las suyas con su humor salvaje, mientras esperamos impacientes la tercera temporada del programa. Sus sketches salvaron la noche. Me gustaron algunos discursos, como los de Penélope Cruz, Benicio del Toro, El Langui, Nerea Camacho o Jess Franco dedicando el premio a los miles de jóvenes que tratan de sacar adelante sus cortometrajes. Me gustó el tono fresco que le dieron al elegir a tantos presentadores jóvenes. Pero lo que de verdad disfruto en los Goya es la comparencia de tantas actrices. Sé que parece una locura, pero es que me gustan más las mujeres españolas. Y, además, las actrices de este país no destrozan sus pellejos con tanto bótox, colágeno y silicona como hacen en USA.