Y me pregunto qué sentirá la bestia al mirarme a los ojos, porque yo sé de dónde vengo y lo que soy, porque soy un lobo, el que quita vidas: el predador. Ataco con los ojos abiertos y veo la muerte intensa y feroz en la mirada de mi presa. Yo soy el lobo, la sombra que trae la luz de la muerte, la vida que reparte libertad a los rebaños trabajadores y temerosos y pone fin al sufrimiento de sus miembros más débiles. He acompañado a muchos para escuchar sus últimos estertores, sujetarlos, abatirlos, desgarrarlos mientras gimen y pelean por una vida de la que se han desentendido, que han olvidado vivir, para calentarlos y por fin despertarlos de nuevo entre las llamas de su final.
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