Ikusager reedita esta novela del gran Dovlátov, La extranjera. Ha sido un placer reencontrarse con el autor de La maleta, El compromiso y Los nuestros. Con su estilo característico (burlón, sarcástico, de frases cortas y sentenciosas, de diálogos rápidos y con mucho ingenio), el escritor ruso nos cuenta la vida de una mujer emigrada a los Estados Unidos y sus tropiezos en aquella tierra: los problemas para encontrar trabajo, su dificultad con el idioma, sus relaciones con otros hombres, los cotilleos que su condición de divorciada con hijo despiertan en el barrio lleno de rusos en el que vive... Dovlátov dedica su libro A las mujeres rusas que viven solas en Norteamérica, con amor, tristeza y esperanza. Hasta la página 70 el narrador, en tercera persona, nos cuenta la historia de Marusia. A partir de entonces él mismo aparece. Aparece Dovlátov e interviene en la historia y descubrimos que es amigo de la chica, pues el escritor emigró a USA y allí acabó sus días, cuando estaba a punto de cumplir 49 años. Como es habitual, desfilan por el libro unos cuantos personajes extravagantes que incrementan las situaciones humorísticas. Pero os dejo ya con una muestra de la prosa del rompedor Dovlátov:
Conozco estas situaciones por propia experiencia. En la vida sucede que todo se pone torcido: las deudas, el espesor de una resaca de varios días, el miedo y el horror. La inspiración está seca. Un manuscrito más que se pudre en una editorial. Críticas cretinas en las revistas. Las muelas necesitan una reparación a fondo. La hija se encuentra mal. La mujer te amenaza con el divorcio. El mejor amigo en la cárcel. En una palabra, un desastre.
Y de pronto, pongamos que se te atasca la cremallera de los pantalones. O se te irrita, por ejemplo, el pescuezo después del afeitado. ¡Y estás seriamente convencido de que si no fuera por esa maldita cremallera! ¡Oh, de no ser por estas monstruosas manchas! La vida sería un paraíso…
Y de pronto, pongamos que se te atasca la cremallera de los pantalones. O se te irrita, por ejemplo, el pescuezo después del afeitado. ¡Y estás seriamente convencido de que si no fuera por esa maldita cremallera! ¡Oh, de no ser por estas monstruosas manchas! La vida sería un paraíso…