Hace exactamente una semana salimos a dar una vuelta por el centro. Pasear un domingo navideño o pre-navideño por Madrid es poco menos que una locura. Pero recorrimos algunos tenderetes ambulantes, algunas tiendas. Casi todos los comercios estaban abiertos. Me sorprendió el merchandising que la lucha libre o wrestling ha generado. Ya saben que a veces me gusta ver alguno de estos combates amañados en televisión, pues son teatro en un alto porcentaje y me divierte su puesta en escena, tan kitsch. En un puesto callejero donde exhibían anillos, colgantes, pañuelos y peluches vi muñequeras con estampados de los ídolos de la lucha libre. Muñequeras negras con la foto de Batista, de John Cena o del Enterrador. ¿Te imaginas ponerte eso y salir a la calle? ¿Existirá alguien que las compre? Resulta curiosa la mitomanía de estos tenderetes, donde conviven Bisbal y John Lennon, El Enterrador y Bob Marley. Entramos en La Rosa Negra, que está en Montera. Reconozco mi debilidad por esa tienda de regalos, aunque pocas veces compro algo. En la planta de acceso a la calle (hay tres plantas en total) estuve curioseando en una estantería dedicada a la lucha libre: tazas para el café, vasos de cristal, camisetas y cosas así. ¿Te imaginas desayunar con una taza con la cara y el cuello de toro de Batista? Igual te da fuerzas.
A un par de metros vi un rincón consagrado a la mercaduría relacionada con el conejito de Playboy. De todo, y de uso exclusivo para la mujer: bolsos, monederos, archivadores, libretas, bolígrafos, cojines, tazas, relojes, lámparas, despertadores. El conejito de Playboy se ha convertido en un símbolo femenino: sí, ya lo era, pero antaño significaba otras cosas, aludía a otro tipo de mujer. Antes el conejito simbolizaba a la mujer fetiche, siliconada y sin seso, la que aparecía en bolas en las páginas desplegables de la revista. Era un emblema para el hombre guarrete. Ahora es una especie de símbolo de la liberación femenina o algo así. La verdad es que no entiendo estos cambios de mentalidad. La verdad es que yo ya no entiendo nada. ¿Tú te imaginas a un hombre heterosexual llevando una camiseta con la portada de Playgirl, la revista de tíos desnudos para chicas? Pues a eso me refiero. No obstante, el conejito está tan de moda y está tan tejido en la red de la cultura pop que hasta las abuelas podrían llevarlo estampado en sus monederos sin temor al escándalo o al qué dirán. ¿Qué nos demuestra todo esto? Que Hugh Hefner es un genio.
Entramos luego en Enjabonarte, un local donde venden jabones de fabricación artesanal. Aunque lo despachan en pastillas, en los anaqueles tienen el mazacote original, que parece un pan de pueblo o una pata de jamón. Su aspecto, su color y sus ingredientes (coco, té, canela, pétalos de rosa, aceite de oliva) dan ganas de darles una dentellada allí mismo. Compré un par de pastillas para regalar. La tienda está cerca de la Plaza Mayor, que estaba imposible a aquellas horas. Es costumbre, aunque yo no la comparto, ir a los puestos de la Plaza Mayor, comprarse una peluca en los barracas de broma, ponérsela y seguir andando por ahí como si tal cosa. De camino a casa me fijé en una tienda al por mayor. Un local muy amplio. Pero sólo estaban ocupadas unas pocas estanterías con refrescos y latas de conserva. El resto estaba vacío. El resto era un almacén que parecía recién abandonado. Es probable que no tuvieran lista la tienda, creo que incluso olía aún a pintura, así que metieron sólo algunos refrescos para hacer caja el fin de semana. Cutre, pero funcional. Compramos una botella de Guaraná Antarctica. Por probar. Sabe dulzón. Sabe a jarabe para la tos.