Estaba leyendo, con los tapones de espuma puestos en los oídos, cuando me avisaron: en la tele, en la serie “LEX”, salía Violeta Pérez. Era el principio del capítulo. Así que esto fue lo que hice, pues no quería abandonar la lectura: seguí leyendo, levantaba la cabeza de vez en cuando y, cuando salía Violeta, me quitaba los tapones para poder escucharla, además de verla. Se hace raro ver a un actor (en este caso, a una actriz) en la tele cuando lo conoces, cuando has estado por ahí de copas con ellos. Se hace raro verlos en el cine. A Violeta suelen darle papeles duros, entre otras cosas porque los resuelve muy bien. Recuerdo con agrado “Princesas” o la última que estrenó, “El patio de mi cárcel”. En este episodio de “LEX” era una mujer maltratada, o eso me pareció entender. Es una pena que poca gente fuese a ver “El patio de mi cárcel”. En este país siempre estamos exigiendo que la cultura apueste por la mujer, que nos cuenten historias sobre y para mujeres, y a la hora de la verdad, de molestarse en ir al cine y pagar en taquilla, sólo vamos cuatro. La mayoría de las revoluciones y de las exigencias, en este país, suelen ser de boquilla. La gente, por ejemplo, sólo se acuerda de los locales que han cerrado justo cuando los cierran, aunque no tuvieran por costumbre visitarlos. La mencionada película la dirige una mujer, y el reparto coral está integrado por actrices, en su mayoría. Vi a Violeta en “LEX” y me alegré. Hace poco coincidí con su madre, la poeta Manuela Temporelli, en un recital de Ben Clark y Gonzalo Escarpa. Violeta iba a asistir también, pero al final no pudo.
En “LEX” también salió hace tiempo otra buena amiga de Madrid, Déborah Vukušić, “mitad gallega y mitad croata”, actual pareja de alguien que es como un hermano para mí: el escritor Vicente Muñoz Álvarez. Déborah es actriz y poeta, y a mí me gusta mucho su libro, “Guerra de identidad”, que cierra viejas heridas. Las veces que ella ha aparecido en televisión no la he visto en directo, pero luego he recuperado esos fragmentos en su blog y en YouTube. La última vez que charlamos me contó su intervención en un casting bastante difícil al que se había presentado. Un casting muy duro. Le deseo toda la suerte del mundo. No es fácil ser actriz en este país. No es fácil ser actor. Ni director de cine, salvo que seas uno de esos que, como Garci, reciben un pastón de Esperanza Aguirre para filmar películas plomizas que luego nadie va a ver. Los directores jóvenes se las arreglan como pueden para sacar adelante sus cortometrajes, gastando toneladas de lo único que no cuesta dinero en un rodaje: ilusión. Déborah (o Deb, o Vuk, como la llaman o llamamos) también ha salido en “El comisario”, así que ya está registrada en el IMDb. No sé qué daría yo para que saliera mi nombre en esta página, en esta biblia de datos del cine.
En España el personal ataca a los actores, al mundo del cine español en general, tal vez sin darse cuenta de que no es un mundo fácil, que se trata de una profesión que proporciona más disgustos que beneficios. El otro día me comentaba Mario Crespo cómo las carteleras de París demostraban el apoyo de los franceses a su industria del cine. Algo impensable aquí. De cada cinco películas que un cine proyecta, tres o cuatro son de producción propia. Yo ya lo sabía porque estuve en París y porque me gusta enterarme de qué países apoyan a su industria y qué países no lo hacen. Los franceses aúpan a sus actores, los españoles apedrean a sus actores. Sólo van en masa a ver cosas como “Torrente”, que sí, que es muy divertida, pero hay cientos de películas mucho mejores que pasan desapercibidas.