Se acaba de publicar en España Árbol de Humo, la premiada novela de Denis Johnson sobre Vietnam. Hace tiempo leí (y luego releí) Hijo de Jesús, el libro por el que Johnson siempre será recordado. Es hora de ponerse con el resto de su obra traducida en castellano: Ángeles derrotados y El nombre del mundo. He empezado por esta última, una novela breve y, de acuerdo con lo que dice Rodrigo Fresán en el prólogo, "difícil de clasificar".
El nombre del mundo es la narración en primera persona de Michael Reed, un profesor que cuatro años atrás perdió a su mujer y a su hija en una accidente. Reed es una especie de fantasma. Acude con frecuencia a un museo para ver siempre el mismo cuadro, tiene conversaciones imaginarias con el vigilante y está atrapado en un atolladero: él mismo. Se ha convertido en un solitario. Todo parece cambiar cuando conoce a la joven Flower Cannon: en una cena, primero, y más tarde en una performance en la que ella se rasura el pubis ante el público. Reed se siente fascinado por Flower sin saber si está buscando que renazca el deseo o que renazcan las figuras de su mujer y de su hija.
Se agradece la traducción de Fresán, que mantiene la poesía de la escritura de Denis Johnson en este libro extraño. Copio un diálogo que sostienen Reed y Cannon:
-Te admiro –le dije.
Ella respiró profundo para decir algo pero pareció cambiar de idea. Al final dijo:
-¿Por qué?
-Porque haces cosas locas sin necesidad de estar loca para hacerlas.
-Si piensas que no estoy loca, entonces estás loco –dijo.
-Recuerdo algo que dijiste una vez… Estoy casi seguro que me mirabas fijamente cuando lo dijiste y tal vez por eso lo recuerdo tan claramente. Dijiste: “¿Cuerdo? o ¿lerdo?”. Vale, pero esa no es la cuestión. El motivo por el que la mayoría de nosotros parecemos tan cuerdos es que colgamos de los bordes de nuestra razón apenas sostenidos por nuestras uñas. Pero tú no.
-Y tú tampoco.
-La mayoría, dije.
-Tú no. Tú no estás colgado. Estás atado. Atado al mástil como Ulises.
-Seguro que así era.
-Pero ya no.
-No.
-Demuéstrame que ya no estás atado, Michael Reed.
-Tú. ¿Eres una sirena? ¿Una hechicera?
(…)
-Soy una chica –dijo ella.