Estábamos en una fiesta de cumpleaños. Bebíamos. Me puse a charlar con Raúl Delgado y lo felicité por “Bipolar”, el tercer disco de su banda, La Sonrisa de Julia. Le dije que me había gustado y que lo he oído varias veces, aunque sin prestar mucha atención a las letras porque acostumbro a escuchar música mientras leo la prensa y los blogs, escribo artículos y respondo al correo electrónico. Podría parecer que no me entero de los acordes mientras me dedico a estas tareas, pero sí lo hago. Raúl me dijo “Gracias, tío” y luego aludió a la posibilidad de que me lo hubiera descargado de internet con la mula. No lo mencionó con malicia, sino tal vez con resignación. La resignación del músico que sabe que su trabajo estará en la red incluso un par de días antes de llegar a las tiendas de discos. Lo dijo con aceptación. Pero no era el caso. Eso no se les hace a los amigos. Con los colegas hay que contribuir, echarles una mano, hacer gasto. Para convencerle de que compré el compacto (he comprado todos sus discos), le hablé del coste en Fnac y de las fotos del folleto interior. A las fotos se les ha dado un tono sepia, distinto del blanco y negro de esas mismas imágenes en su web oficial y en MySpace. Yo prefiero el B/N, aunque no me disgusta el sepia.
Detrás de “Bipolar” está Universal, así que este nuevo disco debería alcanzar el éxito. Eso es lo que muchos amigos esperan. Yo creo que lo interesante de una obra no es la gloria comercial, sino el trabajo en sí, el producto final. Pero entiendo que la vida del músico tiene esas servidumbres: si la cosa no funciona, si la casa discográfica no vende, los productores se retiran en la próxima jugada y los dejan solos. Dicen que en Hollywood vales lo que recauda tu última película, pero en la música no debe ser muy distinto. El músico se la juega cada vez que sale con un lp bajo el brazo. “Bipolar” reúne once cortes. En uno de ellos, “Euforia”, colabora Iván Ferreiro. Es una de las mejores canciones. Esta vez La Sonrisa de Julia ha optado por un disco más dinámico, con temas entusiastas. Ha dejado aparte el tono melancólico y tranquilo de su anterior trabajo, “Volver a empezar”, para darle un enfoque optimista, más cañero. Algunos seguidores del grupo no estaban conformes con el anterior disco. A mí me gusta. No me importa escuchar baladas y temas melancólicos. Algo ha cambiado en la banda: para empezar, eran cuatro miembros y ahora sólo son tres. Y, ya que hablamos de ellos, en la fiesta eché de menos a su bajista, Diego Rojo. Porque Diego ha vuelto a vivir a Zamora tras unos años en Madrid. Tal vez nuestra ciudad mire con malos ojos a quienes se van, pero acoge con los brazos abiertos a quienes vuelven.
Me gustaría escuchar estas nuevas canciones en directo. Pero me temo que, de momento, no va a poder ser. Tocan el día veinticuatro de octubre, viernes, en la Sala Caracol de Madrid. A las nueve y media de la noche. El precio de la entrada: diez euros. He buscado en la agenda de la memoria y compruebo que no podré ir al concierto. Tengo un compromiso anterior para esa misma noche. En el Bukowski Club de Malasaña, David González presenta la reedición de su poemario “El demonio te coma las orejas”. Aún no sé la hora, pero sospecho que será en torno a las nueve y prometí acudir. La próxima vez será. A mí me gustaría volver a verlos en Zamora, ciudad donde asistí a su último directo, en Caja España, hace poco más de un año. Termino con un fragmento de la letra del tema “Entre tú y yo”, que acabo de leer y contiene un zarpazo: “Nadie está a salvo / de la gran manipulación. / Somos esclavos del negocio del dolor. / Mientras callamos / ellos aumentan la inversión”.