lunes, septiembre 08, 2008

El corazón

Febrero de 2003
1.
A solas después de las noticias una tarde
desagradable en la región, el aguanieve acuchillando
los campos de rastrojo, el hielo del río;
sigo atizando el terco fuego,


pero cuando tiro la taza de café de plástico
se balancea en medio de un nuevo resplandor
intacta sobre un leño durante bastante rato,
como si no supiera qué hacer,


hasta que, con una especie de repulsión
casi humana, se mella, se dobla
y desintegra como una mancha de lama
disolviéndose sobre el hogar.


Una vez conocí a alguien que se vio
atrapado por el fuego y me contó algo parecido.
Estaba cargando un bombardero y se soltó
una carcasa de napalm; lanzado por las llamas,


al principio no sintió nada y creyó
que se había salvado, pero enseguida vino el dolor,
luego una oscuridad espantosa le cegó,
y chamuscó tan gravemente que tardó años


en recuperarse: le cortaron tejidos,
le hicieron injertos, aprendió a hablar por una boca
sin labios, a leer braille con los dedos
llenos de cicatrices, a no querer morir–


aunque eso nunca lo logró. Juraba,
incluso años después, con una familia,
que si volviera a estar allí, ese momento en que pudo
librarse de su desdicha, lo haría.

(...)

C.K. Williams, El canto