sábado, junio 07, 2008

Rejillas

A menudo digo que ciertos titulares esconden historias deliciosas, mejor construidas que algunas novelas y a veces más interesantes. Noticias que cobijan historias raras, increíbles. El titular que apareció en este periódico, ayer mismo, y en relación a Zamora, me fascina: “Roban más de una veintena de rejillas de sumideros en cuatro barrios de la ciudad”. Si el titular resulta atractivo, no se queda atrás la noticia. Al parecer, de la noche a la mañana han desparecido las rejas de varias alcantarillas en barrios de la periferia, que quizá sean los más tranquilos a esas horas: Los Bloques, Cabañales, Pinilla, Olivares. Son rejillas de cuarenta euros, según cuentan en la prensa. Y, por cierto, la noticia ha salido en diarios de otras provincias.
Desde el Ayuntamiento piden colaboración ciudadana para atrapar a los responsables, que es como pedir peras al olmo. No puede tratarse de simples gamberros porque esas rejillas pesan. Una o dos quizá no, pero levantarse en una noche quince rejas, que además están llenas de roña y en las que pace de todo, desde la mierda de los perros hasta el orín de canes y personas, pasando por el agua de lluvia, los papeles, las colillas y los esputos, y eso sin contar con los merodeos de las ratas y de las cucarachas, no compensa como broma. Si fuera una gamberrada, un acto vandálico, el gamberro sería tonto de remate. Así que se cree, lógicamente, que utilizan esas rejas para venderlas como chatarra. Estas noticias, en las que se conoce el robo pero no se tiene ni idea de los ladrones porque nadie los ha visto o, si los ha visto, ha preferido callarse la boca, avivan mi imaginación. Imagino dos o tres sombras en la noche, acercándose en silencio por una calle para ir levantando las tapas. Pero no pueden cargar con ellas, y además alguien les vería. ¿Tú te imaginas a tres señores llevando cinco rejillas cada uno, en los brazos? Se supone que cerca habrá un coche o un carro tirado por una mula vieja y cansada. Imagino a hombres siniestros a quienes no les importa palpar el acero manchado de las alcantarillas. Quizá tengan un aire parecido al de los ladrones de tumbas de esos cuentos de Stevenson y de esas películas con Boris Karloff, que hacía muy bien de tío siniestro y de monstruo cosido a trozos. Lo crean o no, esta simple noticia ha (de)generado debates en los foros, con gente que acusa a los inmigrantes y a Zapatero y con personal que dice que las han robado porque, quien sea, tiene que comer. Pues claro. Suele robarse para obtener dinero y comer. Lo que dudo mucho es que saquen una buena pasta, que les compense por las molestias. Siglos atrás, cuando cerró una de las empresas de mi familia, los de casa arrancamos el plomo de los servicios de señoras y de caballeros del edificio. Nos dimos una paliza tremenda, con mazos para romper las paredes y sacar las tuberías, con las camisetas sudadas, tragando polvo, y llenamos el coche. Y el chatarrero, después de pesar todas las tuberías que le habíamos traído del edificio, nos dio una miseria a cambio. Yo era menor de edad y aquellas perras me parecieron una limosna, no me dieron ni para pipas. Para resolver lo de las rejillas quizá baste con preguntar en las chatarrerías.
Admito que la noticia me hace gracia y me deleita un poco que burlen a la autoridad competente, que pongan nerviosos a los políticos, para que toda su vida no se resuma en comilonas, viajes y reuniones de corbata. Lo que ya no me causa tanta gracia son los inconvenientes que la falta de esas rejillas suponen para los ciudadanos, entre los que podrían estar mis familiares y amigos. Metes sin darte cuenta el pie o el bastón ahí, en el agujero, y te mancas la pierna, como dicen en mi tierra.