jueves, junio 26, 2008

Cazador blanco, corazón negro, de Peter Viertel


Llevaba años queriendo leer esta novela. La extraordinaria película que salió de ella (dirigida y protagonizada por Clint Eastwood) se cuenta entre mis favoritas de Eastwood, aunque mi lista de favoritas de Clint abarca unos 30 títulos. Peter Viertel escribió sobre la locura de los preparativos del rodaje de La reina de África, cuando John Wilson (John Huston camuflado con ese nombre) se empeñó en darle prioridad a la caza de un elefante antes que a la película. La novela de Viertel es una pequeña joya, especialmente en su reconstrucción de los diálogos y monólogos en los que está envuelto Huston/Wilson. Lecciones de vida y entusiasmo, puñetazos a lo establecido, rebeldía que tritura a todos los que le rodean y sufren sus apetencias de torturador psicológico. Lo mejor será que copie aquí un fragmento, que Viertel pone en boca de Wilson. Puedes imaginarte a Huston o puedes imaginarte a Eastwood. Un placer, en ambos casos, merced a la exacta prosa de Viertel:
Creo que hay dos maneras de vivir. Una consiste en arrastrarse, lamer culos e intentar agradar. Escribir finales felices, firmar los contratos que te ofrezcan a largo plazo. No correr nunca riesgos con nada. Pasar por la vida abrumado por las preocupaciones. Coger el tren y el barco. No volar nunca. No superar nunca los sesenta kilómetros por hora al volante, ni siquiera con neumáticos Life Guard. No salir nunca de Hollywood. Y ahorrar todo tu puto dinero. Ahorrar cada centavo que puedas. Para que cuando seas un cincuentón de aspecto saludable, mueras de un derrame cerebral porque lo que hubiera de salvaje en tu interior se te haya comido los músculos del corazón. Esa es una opción. Es agradable, cómoda y segura. Dormirás siempre en una cama limpia, y nunca enfermarás de sífilis, y tampoco crearás nada más allá de impecables e hipócritas personajes incapaces de proyectar sombra. La otra es la mía, o la que al menos he intentado que fuera la mía la mayor parte del tiempo. Al carajo con las consecuencias. Ande yo caliente, ríase la gente. Gástate el dinero. Vuela con Air France porque te sirven champaña. Rechaza contratos. Enfréntate al tío que puede cortarte el cuello y adula al pequeño hijo de puta indefenso que cuelga del hilo que tú manejas.