Día del Libro: Lydia Lunch firmó ejemplares de “Paradoxia. Diario de una depredadora” en la librería Watergate de Barcelona. Lunch vive desde hace años en Barna. Su presencia en una librería me pareció un acontecimiento, pero no encontré ni rastro de la noticia en los periódicos, salvo en un diario catalán. Lunch cantará próximamente en Madrid. Lunch es una mujer versátil, dura, una todo terreno, una superwoman, una chica brava que escribe, pinta, canta, fotografía, interpreta y hace performances, entre otras labores. Si todo esto se le ha escapado a los medios, a los lectores no se les debería escapar la reedición de su libro más famoso, esas memorias escritas con un pie puesto en una navaja de barbero y otro colocado en el barro, haciendo equilibrios suicidas mientras el lector asiste atónito a los hechos más escabrosos de su vida. Me refiero, y vuelvo a citarlo, a “Paradoxia”. La primera traducción fue publicada ocho años atrás, y contaba con un prólogo del gran Hubert Selby Jr. Hace dos meses me hice con un ejemplar y el libro me sorprendió y me sacudió fuerte en el estómago, pero la edición estaba llena de erratas y la calidad no era espectacular. Al menos aquella editorial tuvo el valor de ofrecernos el libro.
Estos días la editorial Melusina (no se pierdan algunos de sus títulos, como la “Teoría King Kong” de la escritora Virginie Despentes) ha rescatado el texto original. Ha vuelto a traducirlo. Lo precede un prólogo de Despentes y lo culmina un epílogo poético de Thurston Moore. Esta vez Lydia Lunch cuenta con una edición que le hace justicia. He vuelto a leer el libro y me ha gustado mucho más. Ignoro si la traducción de Marc Viaplana mejora a la anterior, o si al texto le ha favorecido la separación en capítulos, el tipo de letra e incluso el papel, pero no deberían dejar escapar este libro (salvo si son lectores de Rosa Montero y demás escritoras blandas). Lunch es una luchadora, una mujer salvaje a la que su propio padre viola, y que desde su adolescencia deambula por el mundo, por Los Ángeles, por Nueva York, por Ámsterdam, por Londres, entre otras ciudades, tratando de ganar dinero y sobrevivir. Su arma y su llave para seducir y reducir a los hombres, para sacarles cuanto quiere y para emborronar el agrio recuerdo de las manos de su progenitor sobre su piel, será su vagina, su sexo, su actitud abierta en las relaciones. Es un diario realmente duro, en algunos pasajes incluso pornográfico, siniestro y sucio. Vale la pena sumergirse en él, porque Lunch tiene conexiones con Selby, y con Bukowski, y dicen que con Genet y Sade. Jamás habrán leído a una mujer tan aguerrida, tan honesta. Lunch se prostituye, se droga, bebe, se lo monta con hombres y con mujeres. En Estados Unidos su libro es una especie de biblia negra de las vanguardias, de la escena independiente y underground.
Y no sólo es polémica o brutalmente honesta. También es una escritora dotada para recrear las ciudades y los ambientes sórdidos. Su descripción de Nueva Orleans es envidiable. O sus pinceladas sobre una L.A. obscena, lastrada por la corrupción y la búsqueda de fama y dinero. Ej.: “En Hollywood todo el mundo tiene un chanchullo, o trabaja duro para conseguir uno. La ciudad está plagada de corazones rotos, sueños hechos añicos y esperanzas frustradas. Todos anhelan sus quince minutos de fama pero no se dan cuenta de que el más mínimo roce con la gloria contaminará el resto de sus torturadas vidas”. En su descenso al infierno se topa con personajes al borde del abismo: psicópatas, camellos, yonquis, fulanas, moteros, toda una jauría de desesperados que demuestra lo podrido que está el mundo en que vivimos.