miércoles, mayo 07, 2008

“GTA IV”

Días atrás salió a la venta uno de los videojuegos más esperados por el público: la nueva entrega del polémico y violento “Grand Theft Auto”, también conocida como “GTA IV”. Dicen que es el juego del año. Para quien no sepa de qué demonios estoy hablando le emplazo a uno de los anuncios que más se ven en la tele últimamente: uno en el que vemos la animación de un tipo duro que camina por las calles mientras, detrás de él, los escenarios van cambiando. El hombre se llama Niko Bellic, un inmigrante serbio cuyo pasado revela distintas facetas: ha sido asesino, presidiario, soldado, contrabandista. Bellic llega a Liberty City, un remedo de Nueva York, donde le espera su primo. A partir de ahí retomará su carrera delictiva. Bellic tiene rostro de boxeador y actitud de combatiente siempre preparado, lo que se nota en los brazos, siempre un poco separados del cuerpo y con las manos a la vista, esa postura que solía utilizar Burt Lancaster en las películas de aventuras cuando estaba listo para la acción.
No sé si recuerdan la polémica que hubo con otra de las entregas, “San Andreas”. Se acusó a sus creadores de fomentar la violencia, el machismo y el racismo. Nosotros repetimos, en su momento y en este espacio, que sólo era un juego. Por supuesto, no es para menores. No es para niños. Pero no ocurre nada si juega un adulto, acostumbrado ya a la sangre que salpica los noticiarios. El fin de semana pasado fui a la casa de uno de mis primos y él ya lo tenía, disponible en Xbox 360 y nos invitó a probarlo. Yo le pregunté si seguía siendo un juego tan violento como antes y me respondió: “Ahora lo han moralizado”. El protagonista puede hacer lo mismo, si se le antoja, esto es, robar coches, atropellar a ciudadanos y romperle los morros a quien quiera, pero ahora hay una diferencia: en cuanto uno se salta la ley, aparecen las patrullas de policía que persiguen al personaje, tratan de detenerlo y, si la cosa se pone fea, lo liquidan. Más o menos como si los creadores nos dijeran: puedes hacer el mal, pero atente a las consecuencias; tú decides. Niko Bellic puede dedicarse a las misiones o al ocio, y en este sentido las posibilidades que ofrece GTA son numerosas: puede llamar a una chica e invitarla a salir, emborracharse, asistir a espectáculos de magia, conectarse a internet, telefonear con el móvil, acostarse con la chica (en ese momento sólo vemos la fachada del edificio, escuchamos los gemidos de la mujer y el mando vibra). Puede recorrer la ciudad y conversar con mafiosos. Porque esta entrega es como una película de gángsters, quizá con toques del cine de Quentin Tarantino y los últimos filmes de David Cronenberg. Los diálogos y las animaciones son espectaculares. La banda sonora que suena mientras Bellic conduce los vehículos es digna de elogio.
El juego va a romper todos los récords de ventas, o eso dicen. Supongo que la polémica no tardará en asomar, si no lo ha hecho ya; no estoy muy al tanto. La otra tarde mi primo jugó para mostrarnos su funcionamiento. Había que cumplir una misión. Perseguir a un motorista. Cuando llegó mi turno, los demás ya se estaban riendo. No es para menos: soy uno de los peores jugadores de videojuegos modernos de la historia. Sólo se me dan bien los juegos antiguos: Comecocos, Tetris, Ghost and Goblins y pocos más. Cogí el mando. Quise que Bellic caminara y no sé qué carajo hice mal, pero adoptó una postura de hombre encorvado, medio en cuclillas, y no supe enderezarlo. Parecía Chiquito de la Calzada. Así que aproveché para hacer el tonto con el personaje y ponerle vocecicas. Mis amigos meneaban la cabeza, diciendo: “Se ha cargado la imagen de este juego”. Ahora lo ven con otros ojos.