Vetusta Morla es un cohete directo a las estrellas y ya no hay quien lo detenga. Por muchas razones. Por talento. Por trabajo. Por convicción. Por vocación. Por sacrificio. Por no abandonar el ring y seguir peleando, día tras día, noche tras noche, semana tras semana, escenario tras escenario, bolo tras bolo. El público se ha dado cuenta de su potencial. Quiero decir que contaba con numerosos seguidores desde años atrás, pero el número se amplía de manera parecida a la multiplicación de un virus benigno. Pude comprobarlo la otra tarde. Una tarde de domingo, en mi barrio, en el edificio de La Casa Encendida, que celebraba su fiesta anual junto con Radio 3, lo cual significa un día completo consagrado a las actuaciones en directo y supone varias colas de espera para entrar en los lugares habilitados donde las bandas tocan: el patio y el salón de actos. De siete y media de la tarde a nueve de la noche estaba programado “Discogrande”, a cargo del locutor Julio Ruiz, con las siguientes actuaciones: Vetusta Morla, los franceses de Soy un Caballo, y Lucas 15 (la suma de Nacho Vegas y Xel Pereda, que hace poco actuaron en el Museo Etnográfico de mi tierra). Los dos primeros grupos tocaban en el salón de actos; el tercero, en el patio. Entrada libre.
Horas antes del concierto busqué por los foros de internet, para enterarme de a qué hora iría la gente a guardar cola. Al final decidimos ir a las seis y pico, y ya había unas cuantas personas junto a la puerta de acceso a dicha sala. Cinco o diez minutos después, cuando apenas pasaban de las seis y media, una hora antes del directo, la cola daba vueltas como una serpiente y subía por las escaleras y se ramificaba por aquí y por allá. Me habían dicho en Información que abrirían en torno a las siete y veinte, pero la prudencia aconsejó a los encargados de La Casa Encendida permitirnos la entrada hasta la sala. De otro modo, la cola se hubiera ramificado hasta la calle. Y hubo gente que se quedó fuera, sin sitio. Cuando entramos, aún estaba probando sus instrumentos la pareja de franceses de Soy un Caballo. Vetusta Morla tenía unos “veintisiete o veintiocho minutos” de actuación, y los aprovechó al máximo. El problema estuvo en los dos primeros temas. Ellos entraron como siempre, cantando y tocando como un huracán, con la misma fuerza, pero los técnicos llevaban todo el día trabajando, pasando de una banda a otra, y hubo algunos problemas de sonido. Yo tardé en advertirlo, pero lo notamos en que los músicos intentaban darle instrucciones a un técnico. Con esos problemas no acababan de congeniar entre ellos, de darlo todo. La cosa cambió a partir del tercer tema, en que los errores se arreglaron y los componentes de la banda se encontraron cómodos. Entonces volvió el huracán. La gente se volvía loca. A pesar de ser una sala en la que estábamos sentados, el público terminó en pie, con ovaciones y ganas de que repitieran tras el último tema que tocaron, el fabuloso “La cuadratura del círculo”. La próxima cita será en la Joy Eslava y yo ya compré mi entrada.
Además de este furor, del público que llegó una hora y pico antes para coger sitio, sabemos que “Un día en el mundo”, su disco, se agota cada poco en las tiendas, circunstancia insólita en estos tiempos. Es un disco impecable, en el que ciertas versiones varían respecto a las demos que conocíamos. Un trabajo que escucho todas las semanas. Para quienes se perdieron este breve directo, o su inolvidable actuación en Zamora, recomiendo no perderse lo de la Joy Eslava, que se prevé espectacular. Allí se congregarán un montón de seguidores y, por supuesto, los miembros de la banda: Pucho, David, Álvaro, Jorge, Guillermo y Juanma.