martes, marzo 04, 2008

Nuevos disturbios

De camino a casa, después de atravesar la Plaza de Lavapiés, una panda de chavales va delante de nosotros. Son muy jóvenes, quizá menores. Uno de ellos habla con alguien por el móvil y dice: “Hemos quedado ahí arriba con la aria”. Le doy vueltas a la frase e intento encontrarle un sentido. Al salir del piso, unos veinte minutos después, recuerdo algún titular entrevisto en algún periódico. Ponía algo de un acto o manifestación nazi, autorizado por la Junta Electoral, en Tirso de Molina, y una concentración de antifascistas para reventar dicho acto. Pero no recuerdo a qué hora era ni qué día. Subimos por la Calle de Lavapiés, que desemboca en Tirso de Molina. Una calle y una plaza por las que paso casi a diario, dado que no utilizo mucho el metro para ir hasta el centro. Antes de llegar arriba, unos metros antes de La Taberna del Avapiés (cerrada desde hace tiempo), noto tensión en el ambiente. Luego veo y oigo y huelo cosas que no son frecuentes en ese trecho: más gente de lo normal, gente inquieta, titubeando, retrocediendo; mucho humo, como si hubiera un incendio; olor a quemado; personas detenidas en las esquinas y mirando hacia la izquierda, hacia otra de las calles paralelas que también desembocan en Tirso de Molina, una plaza en la que suele haber mayoría de inmigrantes reunidos. Se oyen sirenas y un helicóptero sobrevuela los tejados. Nos detenemos. No conviene ir más allá, quizá sea la hora del acto y su repulsa. Una señora, desde un balcón, le dice a unos niños: “No vayáis para ahí, que están dando palos y de todo”. Basta con esa frase.
Torcemos a la derecha, en busca de atajos y calles alternativas. Alejadas del meollo, de Tirso de Molina, lo bastante para que no nos caigan chispas ni palos. Un matrimonio nos para. La mujer lleva en la mano un plano de la ciudad y pregunta si se puede ir por abajo, si hacia la Plaza de Lavapiés no hay disturbios. Digo que no. Y añado: “Pero no sé exactamente qué pasa ahí arriba”. Responde: “Hay una concentración nazi”. Rodeamos, pues. Cerca de los Cines Ideal veo un par de ambulancias del Samur. Se escuchan muchas sirenas y el zumbido del helicóptero, que sigue allá en el cielo, como un gran pájaro encargado de vigilar el mundo. Cuando en una ciudad hay ambiente de tensión se nota incluso aunque no se escuchen las sirenas. Una vez en Fnac, llamo a casa, para que no se asusten. Saben que atravieso Tirso con frecuencia. En ese momento, me dicen, en el telediario están dando la noticia en directo. Un caos. Manifestantes nazis, antidisturbios y antifascistas que han formado una barricada e incendian coches y contenedores. Policías, bomberos, ambulancias, un cacao. La cosa, al parecer, no está controlada cuando volvemos, también a pie. Dando rodeos. Pienso en qué sucedería si atravieso la plaza de Tirso. He aquí las posibles situaciones: me caería un botellazo perdido de los antifas; los nazis me apalearían por llevar el pelo un poco largo; los antidisturbios me patearían el culo al confundirme con uno de los primeros. En cualquier caso, pienso, nada bueno.
El clima de la calle sigue turbio al subir a casa. Se siente uno a salvo. Aún se oyen las sirenas, las aspas del helicóptero, el rumor del combate. Busco noticias frescas en internet. Luego me entero de que los antifas pasaron por la Plaza de Lavapiés. Veo en la tele los sitios quemados, las esquinas que frecuento. Unos provocan, otros repelen, todos arrasan. Así no hay quien salga a la calle. Después entro en Histats, el programa con el que mido las visitas a mi blog, y compruebo que la gente entraba buscando “Disturbios en Lavapiés”, el título de un viejo artículo mío.