De vez en cuando me llega al correo electrónico uno de esos bulos que, pronto, pasan a engrosar la extensa nómina de las leyendas urbanas. Reconozco que quitan tiempo, pues algunos de ellos suelen ser kilométricos y uno a veces emplea varios minutos en su lectura, pero ese tiempo lo pasa uno riendo. Alucinado por la inventiva de la gente y de la credulidad del personal. Es la cara oscura de internet: su capacidad para inventarse chorradas que muchas personas se toman en serio y para generar temor entre los más crédulos. Aún no sé si la intención de estos bulos es tomar el pelo a los usuarios o crear alarma social.
Recuerdo un caso que nos hizo reír mucho. Presten atención, por si no lo conocen. Corría por la red un mensaje en el que se contaba que el número particular de pin de la tarjeta de crédito podía salvarnos el pellejo. Si uno estaba en el cajero automático, y al lado tenía a un ladronzuelo apuntándole con una navaja o con una pistola, ordenándole que le diese el dinero crujiente a punto de salir por la ranura, bastaba con teclear al revés el número del pin. De ese modo, se suponía que se activaba una alarma secreta que avisaba a la policía. Este bulo se desmonta por todas partes. Como dijeron algunos amigos míos, ¿qué pasa si tu número de pin es capicúa? Además, para cuando la policía se enterase del asunto y quisiera ponerse en marcha, el ladrón ya estaría tomando el primer vuelo a Pernambuco. Contaban en el blog Microsiervos que este descabellado sistema de aviso fue ideado en los noventa, pero que ningún banco quiso aplicarlo. Añadían en esta bitácora la siguiente frase: “y siempre existe el riesgo añadido de que el atracador se dé cuenta de que la víctima está haciendo algo raro –no es fácil recordar el pin al revés con una pistola en la cabeza o una navaja contra tus costillas– y que sea peor el remedio que la enfermedad”.
Otro de los bulos más famosos, y creo que este generó ciertos temores en algunos internautas, fue el de los móviles explosivos. En un correo electrónico que circuló hace tiempo por la red se avisaba de los móviles abandonados en la calle (sic). Se pedía que, si alguien se encontraba un teléfono móvil por ahí, no lo recogiera, pues los etarras estaban metiendo explosivos en móviles y llaveros que luego dispersaban por la calle. Luego están esos mensajes que alertan sobre el peligro de supuestos correos electrónicos con virus que se supone que no sólo se comen el ordenador, sino que se activan sólo con la lectura. Hay otro bulo por ahí muy cachondo sobre las luces de los coches. Se dice que, si uno viaja de noche en su vehículo y ve otro coche que circula con los faros apagados, no debe encender y apagar sus luces para avisarle de su descuido, porque se supone que el otro tipo está en mitad de un ritual de iniciación y, si le das las luces, se dedicará a perseguirte para cometer un asesinato y, de ese modo, ser aceptado en una banda llamada “Sangre”. Otro bulo cuenta que, si una mujer deja unos días al sol una botella de plástico con agua y luego se bebe el agua caliente, contraerá cáncer de mama. También está el del musulmán que le dice a un chico, en pago a un favor que el chico le hace durante el día de los atentados de Atocha, que a partir del cuatro de abril no beba Coca-Cola, que así salvará su vida. Muchos bulos nacen del pánico tras un atentado. Cualquier excusa es buena para inventarse una historia y propagarla como un virus. Lo peor es que la mayoría de la gente se las cree. En Microsiervos pueden leer unos cuantos bulos. También en la web de Vsantivirus.com, en el apartado de Hoaxes.