viernes, noviembre 16, 2007

Sólo Dios lo sabe

De vez en cuando, un clásico. Ayer vi esta película de John Huston, que cuenta la historia del encuentro de un marine y una monja en una isla desierta, con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial. El gran Robert Mitchum y la no menos grande Deborah Kerr dan vida a estos personajes, no muy distintos entre sí en cuanto a sus deberes para el ejército y la iglesia.
Agrada verlos juntos, sobre todo tras saber que Mitchum y Kerr estuvieron enamorados en la vida real. Quizá por eso tienen tanta química. Mitchum, de quien recomiendo otra vez su biografía, acostumbraba a llegar a los rodajes después de haber estado toda la noche bebiendo en los bares. Sin dormir y con resaca, todo se disolvía en cuanto empezaban a rodar. Cumplía con su trabajo como un profesional. Parecía un tipo recién levantado de la cama. Quienes habían intentado aguantar con él en las madrugadas de juerga nunca supieron su secreto. En el plató no daba la impresión de estar interpretando, pero luego, al proyectar lo rodado, su partipación y su presencia siempre eran magnéticas, explosivas. Una leyenda, uno de los mejores actores de la historia.