
Zeke acaba de cumplir 25 años. Vive en L.A. Tiene un trabajo de mierda con el que apenas paga el alquiler: escribe frases publicitarias malas para películas malas y medio eróticas. Su novia quiere ser actriz, y de momento actúa en una versión teatral de Esperando a Godot que representan en un tugurio, con reparto femenino. La pareja atraviesa un momento de crisis. Zeke decide suicidarse porque no encuentra una razón para vivir. Y es entonces cuando regresa a la ciudad un viejo amigo: Y.J., hombre lleno de enigmas del que nunca sabemos si está loco o sólo es un bromista. Y.J. tratará, durante un fin de semana, de convencer a Zeke para que renuncie a su suicidio.
No hay tanto alcohol ni tanta droga como en Menos que cero, pero se le parece un poco (el triángulo de amigos, el tipo que vuelve a la ciudad, las correrías nocturnas, el ambiente de los 80). Lindquist escribió una novela inspirada en la realidad, porque él tuvo un trabajo similar tras graduarse; una novela existencialista con patrones de guión, con frases cortas y muchos diálogos, y múltiples referencias al cine (Bonnie & Clyde, Vanishing Point, Repo Man, las comedias de John Hughes), a la música (The Replacements, REM, David Bowie, The Jesus and Mary Chain) y a la literatura (Beckett, Camus, Sartre, Kerouac). No está nada mal.