lunes, octubre 08, 2007

Filtros

De vez en cuando surge en la prensa una de esas historias sobre una carta y un sobre que acabaron extraviados durante años, hasta que el sobre y la carta que aquel encerraba llegaron a su destinatario. Luego cuentan los pormenores. Que si el cartero se la olvidó no sé dónde. Que si quedó en un cajón. Que si no pudo entregarla a tiempo. Que si el destinatario había cambiado de domicilio y era ya ilocalizable. Pensábamos, así, que con el correo electrónico sucedía lo contrario. Que con los e-mails no se podían extraviar nuestras misivas. Pero el correo electrónico es tan falible, o más, que un hombre cuya tarea consiste en llevar la carta de un lado para otro.
La semana pasada envié más de treinta correos electrónicos a otros tantos poetas y escritores, solicitándoles cierta información para uno de esos proyectos en los que colaboro. Uno de estos autores me respondió varios días después. Me dijo que había encontrado mi correo en la basura o en la papelera de su cuenta en Gmail. Lo había encontrado de casualidad, gracias a que un editor le insistió en que días atrás le había enviado el contrato de publicación de su nuevo libro mediante e-mail. Así que, supongo que desesperado, tuvo la idea de entrar en la papelera y rebuscar allí, donde se fijó en mi correo electrónico. Esto es frecuente. Cuando las máquinas se ponen a pensar, apaga y vámonos. Para quien no lo sepa (y aunque sea obvio prefiero explicarlo porque me consta que mucha gente no utiliza conexiones a internet ni entiende del tema), existe un filtro en muchas cuentas de correo. Ese filtro tiene como misión quitar el spam, o sea, todo el cargamento de basura, de correos piratas, de timadores de bancos, de publicidad de casinos y alargamientos de pene, de pastillas para la erección y chats con mujeres ardientes y demás mierda que sufrimos los usuarios de estas cuentas. Pero el filtro está lejos de ser perfecto y a menudo descarta correos importantes, e-mails de texto, sin archivos adjuntos, supongo que al creer que el remitente es sospechoso. En mi cuenta de Hotmail eso me sucedió a menudo. A veces picaba en la papelera para sondear qué mensajes le había dado la gana tirar a la basura. Y en varias ocasiones me encontré con correos importantes. Al filtro, o al ordenador, o a la madre que los parió, les había dado por catalogar de sospechosos a esos e-mails de gente amiga, o de gente que me pedía consejo o una colaboración. Primero los pasa a la carpeta de Correo No Deseado. Unos días después los tira a la papelera. En breve, se pierden para siempre. Por eso, hace poco despojé a mi cuenta de los filtros. O le puse el nivel mínimo de registro, ya no recuerdo. Cada día se me cuela un poco de spam, pero lo elimino rápido y sin abrirlo. Como compensación, no pierdo esos correos importantes.
Este asunto es más importante de lo que creemos. Usted puede perder un correo que necesitaba (un contrato, por ejemplo, como mencionaba en el párrafo anterior). Unas semanas atrás tuve una pequeña discusión con un amigo y lector zamorano. La discusión fue a través del correo electrónico. Él me pedía en su última misiva que le contara algo en un nuevo e-mail, y yo le dije que hacía siglos que él no me escribía, y en su respuesta dijo que me había escrito poco antes y que era yo quien no le respondía a los correos. Etcétera. Para demostrármelo, me copiaba su último mensaje y la fecha en que fue escrito. Nunca antes lo había visto, ese mensaje. A mi filtro no le dio la gana pasarlo, supongo. Lo debió registrar antes de franquear la Bandeja de Entrada y lo mandó a la calle. Lejos de ser perfecto, el correo electrónico también puede jugarte una mala pasada. O estar a punto de provocar una enemistad.